Tocó al Leproso

(Homilía para Sexto Domingo Ordinario, Año B)

Nota: Este fin de semana celebramos el Domingo Mundial de Matrimonio. Al final de la homilia hay una ceremonia para renovación de votos y benedicón de parejas casadas.

Hoy vemos a Jesús tocando y sanando a un leproso. Es difícil para nosotros apreciar lo que significó. Un escritor cristiano de los primeros siglos, llamado Gregorio de Nazianzo, describe la lepra en términos fuertes. Cuenta como la enfermedad come la carne y huesos de la victima a tal punto que no se puede saber quien es. Ellos decían, “Soy el hijo de tal hombre; esa es mi mama, esto es mi nombre; un vez tu eras mi amigo e intimo conmigo.” Pero todo ya ha cambiado. Como Gregorio escribió:

“Ahora ellos no se pueden identificarse por sus rasgos, por lo que antes era la característica de su cara. Comidos por la enfermedad, han perdido su dinero, sus papás, aun sus propios cuerpos.”

Gregorio describió el mal olor que repelió aun las personas más amables. “Una mamá,” dijo, “le gustaría abrazar su hijo, pero tiene horror de su carne como teme a un enemigo.” Las leyes prohibieron a los leprosos de entrar en ciudades, de viajar en carreteras públicas y aun tocar ríos o lagos.

Después de describir la miseria y aislamiento de los leprosos, Gregorio recuerda lo que Cristo hizo por ellos. Como escuchamos en Evangelio, él no huyó de ellos. Al contrario, le tocó al leproso. Su gesto debe de haber asombrado a sus seguidores.

No es fácil encontrar una comparación. La lepra no da miedo a la gente hoy porque tenemos antibióticos que pueden efectivamente tratar la enfermedad. La SIDA quizás da una cierta comparación, pero ninguna persona alerta tiene miedo de alguien con aquella enfermedad. Tengo amigos HIV-positivo con quienes paso tiempo, doy un abrazo y comparto un plato de comido – sin ningún temor.

Para encontrar una comparación moderna para un leproso, hay que ir a otro nivel. Hay personas (no me gusta admitirlo) de quienes huyo. Y he notado que nuestra sociedad tiene sus formas de mantener aisladas a unas clases de personas. Hace varios años el arzobispo Hunthausen habló de la necesidad de una nueva orden religiosa que cuide a las almas perdidas que andan por las calles de nuestras ciudades. Nadie respondió a su propuesta y en cuanto yo nadie lo ha hecho hasta hoy día - con la excepción posible de los Franciscanos de la Renovación.

Hay leprosos modernos en nuestras calles – probablemente dentro de nuestras propias familias – a quienes no queremos ni tocar ni acercarnos. Y hay un leproso a quien la mayoría de nosotros ni queremos ver. Hemos caminado con aquella persona por la vida entera, pero tenemos miedo de abrazarlo. Ninguno de nosotros realmente quiere ver nuestra propia persona tal como es. Seguramente has estado con alguien y pensado, “Si él pudiera verse como los otros lo ven…” ¿Qué tal si la persona eras tu? A veces he pensado que yo hacía una buena impresión y luego descubrir que he ofendido y herido a la otra persona.

Una vez un hombre me contó de estar en un lugar donde todo el mundo estaba hablando y riéndose, mientras él se quedaba a un lado. Al final de la noche, uno de ellos se le acercó con una sonrisa amplia y le dijo, “Supongo que Vd. piense que todos nosotros somos locos.” En realidad se sintió excluido y aburrido – y que ellos eran insensibles – pero no querría decirlo.

Tal vez han oído de La Mascara de la Muerte Roja por Edgar Allan Poe. Es sobre un príncipe que, durante el tiempo de la plaga, invita a varias personas a una fiesta, donde todos llevan mascaras lindas. Comieron, bebieron y bailaron, pensando que estaban seguros de la enfermedad fatal. De repente, aparece un hombre con una mascara fea de una victima de la plaga. Los invitados reaccionan con horror y cuando el príncipe se le acerca para sacar la mascara, se cae, terriblemente enfermo. Los otros huéspedes siguen. La plaga estaba dentro del palacio.

Poe tenía un sentido de como nosotros los seres humanos podemos entretenernos, inconscientes de la enfermedad que crece adentro de nosotros. Hay un tipo de lepra que nos afecta a todos. Poe lo vio claramente y le causó la desesperación. Pero hay alguien que quiere tocarnos, aun abrazarnos, a pesar de nuestra condición desfigurada. Es él que extiende la mano al leproso que suplica ayuda. A él, le dice, “Sí, quiero. Sana!”

Este gran amor de Jesús relaciona a lo que estamos observando este fin de semana: el Domingo Mundial de Matrimonio. Dios instituyó el matrimonio como parte esencial de su plan para enseñarnos el amor. El primer paso es aceptar el amor no merecido que desciende sobre nosotros. El Papa Benedicto habló de ese amor en su primera carta encíclica, usando la palabra griega ágape.* Es gratis, pero viene una obligación: el deseo de ser canal del amor a otros. El amor de pasión (lo que el Santo Padre denomina con la palabra Eros atrae el hombre a la mujer, pero solamente el amor ágape lo hace perdurar. Es fácil amar a la otra persona cuando se porta bien, pero es más difícil cuando se viven juntos, día y noche. Es relativamente fácil amar a los amistades – pues, los escogimos a causa de interese comunes – pero amar a hermanos, tíos y parientes políticos puede ser un desafió mayor. Aquel amor requiere que tocamos y abrazamos a alguien menos atractivo. Como Jesús toca la parte menos amable de ti y de mi, pueda inspirarnos a hacer lo mismo para los cerca de nosotros. Los matrimonios muchas veces nos dan un ejemplo de este amor de auto-donación.

Con eso quisiera invitar a los matrimonios a recibir una bendición especial (Los matrimonios pueden ponerse de pie o avanzar al santuario). Favor de unirse conmigo en honrarlos y rezar por ellos al celebrar el Domingo Mundial de Matrimonio.

Queridos matrimonios: en el día de su boda, la novia llevó un bello vestido, símbolo de la vestidura bautismal. El esposo pidió la gracia de amar a su esposa como Cristo ama a la Iglesia, ofreciendo su vida para proteger y mantenerla. Hoy Vds. quieren renovar sus votos en la presencia de sus hijos y amistades. Antes de hacerlo, les pido primero unirse con toda la congregación en la renovación de promesas bautismales:

* ¿Renuncian a Satanás?

R. Sí, renuncio.

* ¿Y a todas sus obras?

R. Sí, renuncio.

* ¿Y a todas sus seducciones?

R. Sí, renuncio.

* ¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra?

R. Sí, creo.

* ¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?

R. Sí, creo.

* ¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?

R. Sí, creo.

Y ahora, queridos esposos, favor de tomar la mano de su señora. Les pregunto: ¿Renuevas los votos matrimoniales a tu esposa, prometes serle fiel a ella en tiempos buenos y tiempos malos, en la salud y la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida? ¿Sí o no?

R. ¡Sí!

Y ahora, queridas esposas, les pregunto: ¿Renuevas los votos matrimoniales a tu esposo, prometes serle fiel a ella en tiempos buenos y tiempos malos, en la salud y la enfermedad, y así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida? ¿Sí o no?

R. ¡Sí!

Ahora, miramos al Señor, rezando por estos queridos matrimonios y por todas nuestras necesidades:

Siguen las oraciones de los fieles.

**********

*El Santo Padre da este reflexión sobre la complementariad de los sexos:

La narración bíblica de la creación habla de la soledad del primer hombre, Adán, al cual Dios quiere darle una ayuda. Ninguna de las otras criaturas puede ser esa ayuda que el hombre necesita, por más que él haya dado nombre a todas las bestias salvajes y a todos los pájaros, incorporándolos así a su entorno vital. Entonces Dios, de una costilla del hombre, forma a la mujer. Ahora Adán encuentra la ayuda que precisa: « ¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! » (Gn 2, 23). En el trasfondo de esta narración se pueden considerar concepciones como la que aparece también, por ejemplo, en el mito relatado por Platón, según el cual el hombre era originariamente esférico, porque era completo en sí mismo y autosuficiente. Pero, en castigo por su soberbia, fue dividido en dos por Zeus, de manera que ahora anhela siempre su otra mitad y está en camino hacia ella para recobrar su integridad.[8] En la narración bíblica no se habla de castigo; pero sí aparece la idea de que el hombre es de algún modo incompleto, constitutivamente en camino para encontrar en el otro la parte complementaria para su integridad, es decir, la idea de que sólo en la comunión con el otro sexo puede considerarse « completo ». Así, pues, el pasaje bíblico concluye con una profecía sobre Adán: « Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne » (Gn 2, 24).

English Version

De los Archivos:

Sexto Domingo, Año B, 2009: Poder de la Compasion
2006: Tocó al Leproso
2003: Muéstrate al Sacerdote
2000: Purificación Física y Espiritual

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