Como Cuando Era Joven

(Homilía para Octavo Domingo Ordinario, Año B)

El domingo pasado hablé de la importancia de preparación espiritual para recibir la Eucaristía – es decir, que un debe de estar en el estado de gracia para acercarse para la Comunión. Traté de explicar porque nuestros obispos insten que “Quien haya cometido pecado grave desde la última confesión no debe recibir el Cuerpo y Sangre del Señor sin antes haberse confesado con un sacerdote…” En vista de este requisito trate de ayudarles a entender la diferencia entre pecado mortal (grave) y venial. Este domingo les daré unas instrucciones sobre como recibir la Comunión y que hacer después de recibir Nuestro Señor. Quisiera poner esta instrucción en el contexto de las lecturas bíblicas.

En la lectura del Antiguo Testamento, el profeta Óseas habla de un día cuando Israel responderá al Señor “como cuando era joven.” La compara a una novia respondiendo con alegría y fidelidad a Dios, su esposo. En el Evangelio escuchamos algo semejante. Jesús nos dice que tenemos que ser odres nuevos para recibir el vino nuevo que quiere derramar dentro de nosotros. Tenemos que tratar de tener esta novedad interior, esta juventud renovada, cada vez que nos acercamos para recibir a Cristo, que es Dios, el Novio Divino.

Es posible venir a ser flojo en acercarse a la Comunión. La preparación comienza en el hogar cuando seleccionamos nuestra ropa. Si un hombre iba a una entrevista para trabajo, seleccionaría una camisa limpia, pantalón planchado y zapatos lustrados. Tal vez aun le preguntaría a su mamá., “¿Cómo me ves?” ¿No debemos hacer lo mismo, o aun más, para encontrar a El que decidirá donde pasamos la eternidad?

Para continuar la comparación con la entrevista para empleo, una cosa más que harías es llegar a tiempo, quizás unos minutos temprano. Llegar temprano te permite recolectar los pensamientos antes de la misa. Durante las oraciones, lecturas bíblicas y la homilía debemos hacer lo mejor para enfocar nuestra atención. Admito que a veces las circunstancias van en contra de nosotros: el sistema de sonido, niños inquietos y – como de vez en cuando sucede aun aquí – una homilía no tan brillante. Si notas que tu mente está en otro lugar, tratar de volver al Señor y la Palabra que El tiene especialmente para ti.

Durante la Oración Eucarística seguimos las instrucciones de nuestros obispos de hincarnos. En la Biblia, arrodillarse significa receptividad y gratitud. San Pablo dice, “me arrodillo a orar delante de Dios el Padre…” (Ef 3:14) También nosotros durante el acto central de adoración: la renovación del Sacrificio de Cristo.

Antes de recibir la Comunión, nos ponemos de pie juntos para decir el Padre Nuestro. E invocamos a Jesús, el Cordero de Dios, para sanar nuestras almas indignas para recibirlo. Al acercarse para la Comunión, les pido poner atención a sus manos para que no las pongas en las bolsillas. Mientras la persona delante de ti comulga, inclina tu cabeza en reverencia. Si recibes en la lengua, responde “Amen,” cuando el sacerdote ofrece la Hostia diciendo “El Cuerpo de Cristo.” Si recibes en la mano, pon tu mano izquierda encima de la derecha en forma de cruz Después de responder, “Amen,” se mueve al lado para poner la Especie Sagrada en la boca. Estos son las únicas formas aprobadas de Comulgar, no, por ejemplo, agarrando la Hostia con los dedos. Si uno recibe del cáliz, la Sangre Preciosísima de Cristo, hay que inclinar la cabeza y responder “Amen,” cuando el ministro dice, “La Sangre de Cristo.”

Después de comulgar, vamos a hacer algo diferente. En vez de quedarnos parados, les voy a invitar a sentarse o hincarse, cuando hayas regresado a la banca. El arzobispo nos dio esta opción para parroquias que tienen una congregación grande. Tengo entendido que unas cuarenta parroquias de la Arquidiócesis siguen esta opción. Quisiera implementar este cambio el próximo domingo, primer domingo de la Cuaresma. A pesar de quedarnos parados durante los últimos tres años, muchas personas me han dicho que prefieren hincarse o sentarse mientras agradecen a Jesús por la maravilla de venir a nosotros en una forma tan intima.

Espero que Vds. toman esto como una oportunidad de poner en práctica lo que Jesús nos dice hoy: no ser odres viejos y frágiles, sino mantener en Cristo nuestra juventud. En un sentido, Jesús nos ofrece la única receta garantizada para mantenernos siempre jóvenes.

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De los Archivos:

Octavo Domingo, Año B, 2003: El Desierto y Cambios Litúrgicos

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Boletín (participación en la misa dominical)

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