El Ultimo de los Enemigos

(Homilía para Cristo Rey, Año A)

Muchos de Vds. han escuchado del astrónomo polaco Niclas Kopernik. Es mejor conocido por la versión latín de su nombre: Copérnico. Todo estudiante sabe que él expuso la explicación correcta de los movimientos de los planetas: que (a pesar de apariencias) el sol no mueve alrededor de la tierra, sino que la tierra – y los otros planetas – muevan alrededor del sol. Lo que muchos no saben de Copérnico es que toda su vida fue un cristiano devoto. Como hombre joven, fue a Roma para participar en el Año Santo de 1500. Cuando agonizaba, su admiradores le trajeron sus libros de astronomía para que el indicara las partes mas significantes. Los puso a un lado y en cambio pidió que un amigo escribiera este epitafio:

Oh Señor, no puedo pedir la fe que diste a Pablo;
La misericordia que mostraste a Pedro, no me atrevo pedir.
Pero la gracia que mostraste al ladrón agonizando, eso, Señor, muéstrame.

Copérnico supo la relación correcta del planeta tierra al sol. También entendió la relación propia del hombre al Señor. Ante El somos criaturas en necesidad de gracia. En la epístola de hoy, San Pablo nos dice que Cristo es el mero centro del universo, que la historia humana mueve alrededor de la cruz.

Lo veo un poco como la playa de Omaha. Los que tienen más de setenta años se acuerdan del día cuando los Aliados desembarcaron en Europa del norte. Otros lo saben de libros de historia o en películas como “Rescatando al Soldado Ryan.” La Playa de Omaha fue una batalla ganada a gran precio y, a pesar de ser un territorio pequeño, proveyó una base para una conquista más amplia. Con su Pasión, Jesús ha hecho algo semejante – pero en una escala mucho mayor. Su resurrección, San Pablo nos dice, es la “primicia” de esa victoria. Continuará ampliándose hasta que Cristo haya conquistado “todos los poderes del mal.” El último de los enemigos que Cristo vencerá es la muerte misma.

Cristo quiere extender esa victoria en tu vida – y la mía. Comienza al reconocer nuestros pecados. Por eso, cuando celebramos la Misa, tomamos un momento para recordar nuestras fallas. No requiere una examen completo como para confesarse, solamente un reconocimiento sencillo de quienes somos. Un canto dice, “Me hace sentir triste que no soy el hombre que debo de ser.” Con un momento de reflexión, todos lo sabemos.

Estas semanas estamos reflexionando sobre nuestra relación con Cristo en términos de Mayordomía. Nuestra meta es que todo aspecto de nuestras vidas sea bajo el control de Jesús. Mi casa, mi carro, mi cuenta bancaria no son mías, sino pertenecen a Cristo. Toda habilidad, toda la energía que tengo viene de El. El tiene contando todo instante de mi vida. Mayordomía significa devolverlo a El, ponerlo todo bajo su control. Algunos de Vds. lo han hecho al cumplir la tarjeta de Tesoro y la de Tiempo y Talento. Les agradezco por hacerlo. Quizás algunos de Vds. sienten que en este momento no tienen nada que ofrecer. Les pido hacer lo siguiente: Hacer un compromiso de rezar una década del rosario cada día para nuestra parroquia. O si parece mucho, un Padre Nuestro. Escríbelo en la tarjeta y ponerla en la colecta. Permitirá a Cristo establecer una cabeza de playa en tu vida. Desde ella su influencia, su guía amable expandirá. Todos tenemos áreas donde nuestras vidas no están bajo su control. Por eso, a veces decimos que esa parte de mi vida es “fuera del control.” Dar a Cristo un lugar para comenzar. Puede ser pequeño – un Padre Nuestro al día. Pero como la Playa de Omaha, se extenderá.

La Fiesta de Cristo Rey hoy tiene un significado especial para mí porque es el décimo aniversario del fallecimiento de mi papá. Algunos de Vds. asistieron al funeral. Yo estaba comenzando aquí en la Parroquia de Sagrada Familia. Parece como ayer, tan rápido ha pasado el tiempo. Nunca me olvidaré estar a lado de mi papá cuando estaba agonizando. Mi mamá y yo habían llegado al hospital de Everett unas horas antes. Le pregunté a mi papá si quisiera recibir Comunión, que hizo como Viático, comida para el viaje. Después de las oraciones hizo un movimiento con su mano tocando la mejilla. Mi mamá le dio un último beso y él pasó a un estado inconciente. Mi mamá, mi sobrino y yo nos hincamos al lado de su cama por media hora hasta que respiró su respiro final. Era una muerta buena: Habló de la victoria de Cristo sobre el último de los enemigos.

Mi papa era un hombre bueno – pero no un hombre perfecto. Tenía sus demonios personales, incluyendo una lucha contra alcoholismo. Durante las últimas décadas de su vida, fue victorioso, gracia a Cristo, su Poder Superior que le dio la gracia diaria que necesitaba.

Mi papá fue criado en la iglesia luterana. Como muchacho cantaba el himno “The Old Rugged Cross” (la antigua cruz dura). Cuando agonizaba, pidió que aquel himno estuviera cantado en su misa de cuerpo presente. Jesús hace una alusión a la cruz en el evangelio de hoy: habla de verlo en la cárcel, con hambre y enfermedad, un imigrante o extranjero. Era la condición de Jesús cuando colgaba de la cruz. Pero la cruz es su victoria – y la nuestra. Si nos acercamos a la cruz, vemos a Jesús sentenciado, rechazado, desnudo y sediento. Pero la misma cruz es nuestra única salvación. El himno que fue cantado en el funeral de mi papá, a pesar de no ser cantado mucho en parroquias católicas, expresa una verdad central:

En el monte Calvario estaba una cruz,
emblema de afrenta y dolor,
y yo amo esa cruz do murió mi Jesús
por salvar al más vil pecador.

¡Oh! yo siempre amaré a esa cruz,
en sus triunfos mi gloria será;
y algún día en vez de una cruz,
mi corona Jesús me dará.

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English Version

De los Archivos:

Cristo Rey, Año A, 2008: Primicia
2005: El Ultimo de los Enemigos
2002: Juicio de los Gentiles

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