Dos Acercamientos a Jesús

(Homilía para el Domingo Trece del Tiempo Ordinario, Año C)

En el evangelio vemos dos formas diferentes de acercarse a Jesús. La primera consiste en usar a Jesús para avanzar una agenda, en este caso, algo bien feo: Le piden permiso de “bajar fuego del cielo” sobre un grupo que los maltrató. (Lc 9:54) Es un deseo entendible. ¿Quién no ha tenido semejantes pensamientos vengativos? No obstante, Jesús rechaza la sugerencia. Los reprende y les dice que sigan con su propio viaje no más. (v. 55) Jesús tiene asuntos más importantes. “Emprendió resueltamente a Jerusalén.” (v.51)

El segundo acercamiento a Jesús es el revés. En lugar de tratar de usar a Jesús para su propia agenda, reconoce que él ya tiene una agenda – y que es nuestra tarea cabernos en la suya. Lo dice en una forma dramática. Un hombre quiere seguirlo, pero antes, desea cumplir su deber filial. En el tiempo de Jesús – y en casi toda cultura aparte de la cual nosotros participamos – no hubo deber mas claro que honor a los padres. Era el cimiento de la sociedad. Lo vemos en la lectura del Antiguo Testamento. Eliseo no podía asumir el manto de Elías hasta recibir la bendición de sus papas. No era sencillamente un asunto de afecto. No, lanzarse sin “abrazar” a su mamá y papá implicaría fracaso seguro. (1 R 19:20)

No es igual con Jesús. Al hombre que querría despedirse de sus papás, dice que “no sirve para el Reino de Dios.” La agenda de Jesús tiene que ser primera, antes de aun el deber más noble.

Al principio del mes, el Santo Padre dijo eso a los jóvenes de Suiza:

El cristianismo no es un simple libro de cultura o una ideología; y ni siquiera es sólo un sistema de valores o de principios, por más elevados que sean. El cristianismo es una persona, una presencia, un rostro: Jesús, el que da sentido y plenitud a la vida del hombre.*

Es fácil pensar que el cristianismo es una serie de preceptos. Todos reconocemos que tenemos deberes diarios: cuidar la propia salud física y emocional, tratar a otros con respeto, llevar a cabo las tareas requeridas según el estado de vida, etc. Los deberes son importantes y Jesús quiere que hacemos lo mejor para cumplirlos. Sin embargo, la verdad es que nadie va muy lejos en llegar a ser la persona que debemos ser. Pero aun si lo hiciéramos, seria posible caer en una trampa peor – pensar que ser una “buena persona” o vivir una “vida buena” es la meta de nuestra existencia. No lo es.

C. S. Lewis describe el deber o la moralidad como un tipo de montaña que todos encontramos ante nosotros:

Moralidad es una montaña que no podemos subir por nuestros propios esfuerzos; y aun si lo hiciéramos, solamente pereceríamos en el hielo y aire limitado de la cumbre, faltando las alas para cumplir lo demás del viaje.

Jesús quiere darnos aquellas alas. Como dice San Pablo, “Cristo nos liberó para ser libres.” Para ser realmente libres, tenemos que no solamente esforzarnos a entender su agenda y hacerla como la nuestra. Sobre todo, tenemos que reconocerlo a él como la única Persona que puede imponer sobre nosotros una demanda absoluta.

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Vale la pena incluir las palabras que el Santo Padre añadió:

Pues bien, yo os digo a vosotros, queridos jóvenes: No tengáis miedo de encontraros con Jesús. Más aún, buscadlo en la lectura atenta y disponible de la sagrada Escritura y en la oración personal y comunitaria; buscadlo participando de forma activa en la Eucaristía; buscadlo acudiendo a un sacerdote para el sacramento de la reconciliación; buscadlo en la Iglesia, que se manifiesta a vosotros en los grupos parroquiales, en los movimientos y en las asociaciones; buscadlo en el rostro del hermano que sufre, del necesitado, del extranjero.

English Version

De los Archivos (Homilía para Domingo Trece - Año C):

2007: Libertad Verdadera
2004: Dos Acercamientos a Jesús
2001: El Enigma de Jesús

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