La Persistencia Paga

(Homilía para el 17o Domingo del Tiempo Ordinario, Año C)

Hace unas semanas un hombre llegó a la rectoría buscando ayuda. Como la secretaria y el voluntario no estaban en la oficina, le pedí al hombre que entendiera que no tenía tiempo para atenderlo. Expliqué que no daba donativos. El hombre insistía que no buscaba una limosna, pero solamente querría que yo escuchara como estaba en su apuro actual. Empezaba a contarme sus problemas de salud y otra mala suerte, siempre produciendo documentos médicos y de empleo.

Después de unos quince minutos, lo paré y le dije que en ninguna forma podía ayudarle. “Favor de regresar mañana,” le supliqué, “y tal vez alguien de nuestro grupo San Vicente de Paúl pueda hablar contigo.” Seguía insistiendo hasta que finalmente salí del cuarto par cumplir unas cosas antes de cerrar la oficina. Pensaba que quizás hubiera salido, pero cuando regresé después de media hora, todavía estaba. Volvió a su narración.

Otra vez lo interrumpí, reiterando que no estaba en una posición para dar la ayuda que buscaba. Extendió sus documentos y con mucha paciencia trató de hacerme entender que su caso era diferente. “Miré,” le dije en desesperación, “Yo te daré algo. Pero quiero que sepas que lo hago solamente para deshacerme de ti.”

Me miro con la cara bien herida y dijo, “Padre, no diga eso.” Pero aceptó el billete que le ofrecí y siguió en su camino.

No les cuento este suceso para Uds. juzgan si yo actué bien o mal. Lo mencioné por este hombre es un ejemplo de cómo Jesús dice que debemos orar: Pidan. Busquen. Toquen. Sigue insistiendo. Aun si parece que eres una molestia, no detengas. Si no recibes una respuesta inmediata, repite su pedido. Y repítelo otra vez, implacablemente si es necesario. La persistencia paga.

Uds. tal vez están pensando, “Pues, puedo entender que el Padre Bloom responda a un pedido persistente. ¿Pero es tan fácil cambiar a Dios? ¿Se puede cambiar la mente de Dios? ¿No es cierto que Él sabe exactamente lo que necesitamos aun antes de pedirle?” Sí, pero la Biblia y la tradición constante de cristianos – y la autoridad máxima, Jesús mismo – todos nos dicen que debemos pedir a Dios por las cosas que necesitamos, personalmente y para otros.

C.S. Lewis explica la paradoja así: Estamos exhortados de pedir aunque Dios sabe lo que es mejor – por el mismo motivo que Dios no pedir hacer cualquier cosa:

“Sabemos que podemos actuar y que nuestras acciones producen resultados. Todos que creen en Dios tienen que admitir (aun aparte del asunto de oración) que Dios no ha escogido escribir toda la historia con su propia mano. Muchos de los eventos del universo están fuera de nuestro control, pero no todos. Es como una obra de teatro en que la escena y el esbozo general están decididos por el autor, mientras algunos detalles menores están dejados para la improvisión de los actores.” Work and Prayer

Si alguien dice que no debemos preocuparnos con la oración porque Dios ya sabe lo que necesitamos, parece al principio razonable, aun piadoso. Sin embargo, como responde Lewis, “¿Por qué lavarse las manos? Si Dios quiere que sean limpias, será limpiadas sin lavárselas. Si no, quedarán sucias (como descubrió la Señora Macbeth) no importa que cantidad de jabón se usa. ¿Por qué pedir la sal? ¿Por qué ponerse los zapatos? ¿Por qué hacer cualquier cosa?”

Desde luego, sabemos que podemos causar eventos reales – como lavarse las manos, echar la sal o ponerse los zapatos. Si Dios nos permite causar esas cosas, ¿por qué parece extraño que nos permite – por pedirlos directamente – causar otros efectos? Hay cosas que no sucederían si no las pedimos. Parece increíble que la recuperación de una enfermedad, una posibilidad de empleo, la conversión de un ser querido, paz en Irak, etc. Pueden depender de nuestra oración. Pero desde el punto de vista lógica, no es más raro que nuestra habilidad de causar cualquier efecto.

Quizás para la mayoría de Uds. esta reflexión filosófica no es necesaria. Tu has rezado y Dios te ha contestado. Has visto resultados suficientes para confiar en Jesús cuando dice: Pide. Busca. Toca. Solamente puedo animarte a seguir haciéndolo. Por otro lado, si has llegado de ser desanimado – o indolente – favor escuchar otra vez a las palabras claras de Jesús: “Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre.”

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English Version

De los Archivos (Homilía para Domingo Diecisiete - Año C):

2007: Por Que Creo Que Dios Existe
2004: La Persistencia Paga
2001: Señor, Enséñanos a Orar

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