¿Quién Puede Conocer Los Designios de Dios?

(Homilía para el 23o Domingo del Tiempo Ordinario, Año C)

Muchas veces la gente me ha preguntado como recibí mi vocación al sacerdocio. Se lo contaré hoy porque relaciona con las lecturas del Antiguo Testamento y Evangelio. Sucedió hace cuarenta años, al comienzo de mi año final de secundaria. Estaba solo, trabajando en un jardín. El día estaba lindo, casi sin viento. Estaba pensando en una conversación que tuve con unos compañeros sobre lo que íbamos a hacer después de high school.

Para ser honesto, no estaba “pensando duro.” Solamente me sentía relajado y tranquilo. De repente, una sensación me abrumó – que podía ser sacerdote, que no era una posibilidad teórica, sino algo que realmente podía hacer. Sentía una libertad perfecta. No obstante, el resultado parecía determinado de antemano.

Desde tener esa experiencia, siempre he tenido la convicción que ser sacerdote es la voluntad de Dios para mí. Cuando fui al seminario, los sacerdotes allá y al final de las cuentas el obispo tuvieron la responsabilidad de determinar que el llamado era genuino. Durante mis años como seminarista y sacerdote, he tenido mis días buenos y malos, mis días flojos y locos. Pero por medio de todo, he sabido en mi corazón que esto es la voluntad de Dios para mí. A parte de los sacramentos mismos, esto ha sido el don mayor de Dios – la seguridad de cual es su voluntad básica para mi vida.

Hoy la Sabiduría de Salomón pregunta: ¿Quién puede conocer los designios de Dios? (9:13) En un sentido, desde luego, nadie puede. Como dice Sabiduría, nuestros pensamientos son inseguros porque el peso de preocupaciones nos entorpecen. Sin embargo, existe un “santo espíritu” que puede mostrarnos el camino.

Esta lectura tiene significado particular al comenzar un nuevo año escolar. Debemos preguntarnos cuál es la cosa más importante que podemos enseñar a nuestros jóvenes. No es saber mas datos. Nuestros jóvenes tienen datos hasta las orejas. Al cumplir quince años, están expuestos a mas cosas que muchos de nosotros a la edad de cuarenta. Pero hay algo que no tienen. Nuestros jóvenes quieren saber como abrirse al plan de dios – y como cumplirlo cuando está descubierto. Solamente nosotros podemos mostrarles – por nuestro ejemplo – como hacerlo.

Esta lectura tiene significado particular al comenzar un nuevo año escolar. Debemos preguntarnos cuál es la cosa más importante que podemos enseñar a nuestros jóvenes. No es saber mas datos. Nuestros jóvenes tienen datos hasta las orejas. Al cumplir quince años, están expuestos a mas cosas que muchos de nosotros a la edad de cuarenta. Pero hay algo que no tienen. Nuestros jóvenes quieren saber como abrirse al plan de dios – y como cumplirlo cuando está descubierto. Solamente nosotros podemos mostrales – por nuestro ejemplo – como hacerlo.

El llamado depende de la iniciativa de Dios. San Agustín dijo: 1.

Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abráseme en tu paz.
Agustín enseñó claramente que la vocación viene de la gracia de Dios. No obstante, él reconoció un papel en prepara para la recepción de una vocación: Ambrosio de Milán que le ayudó a superar el entendimiento equivocado de religión cristiana y su madre Mónica quien rezó por él con una abundancia de lagrimas.

Tu y yo podemos tener un papel en ayudar a un joven recibir su vocación. Jesús habló dramáticamente sobre el costo de ser su discípulo. Nos dice que reconozcamos los requerimientos antes de empezar: no solamente sacrificar ciertos placeres y un cierto circulo de amigos. Significa dejar todo lo que poseemos, ponerlo ante Jesús. A pesar de nuestras debilidades, tu y yo podemos ayudar a jóvenes prepararse a escuchar tal llamado.

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English Version

De los Archivos (Homilía para Domingo Veintitres - Año C):

2007: Reinventarse
2004: ¿Quién Puede Conocer Los Designios de Dios?
2001: Sufrimiento Redentor y Confusión Moral

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