Dios No Hace Distinción

(Homilía para Sexto Domingo de Pascua, Año B)

San Pedro declara, “Dios no hace distinción de personas.” (Hechos 10:34) Mi homilía hoy enfocará en ese versículo porque estoy convencido que malentender la imparcialidad ha paralizado la evangelización.

La imparcialidad de Dios no puede significar que todas las religiones son iguales. San Pedro sabe que Dios eligió a los judíos y los hizo canal singular de su revelación. Y que Él seleccionó a una joven judía como portadora de la Verdad Encarnada, Dios mismo. Además, separó a Pedro como roca (petros) sobre lo cual construirá su Iglesia.

Dudo que el mismo Pedro ahora esta diciendonos que la doctrina y sacramentos no importan, que la iluminación budista sirve igual. Sería interesante escuchar la reacción de Pedro al eslogan corriente que hay “muchos caminos en la montaña que llega a Dios.” Sospecho que reaccionaría tal como cuando un pescador deja su lado de la red y permite salir una linda pesca. Pues, Pedro escuchó a Jesús decir “nadie viene al Padre sino por mi.” (Jn 14:6) Y, ante la persecusión, él declaró, “No hay ningún otro nombre dado a los hombres para ser salvados.” (Hechos 4:12)

Dios no puede ser imparcial (indiferente) en cuanto a la verdad o los medios de salvación, pero al mismo tiempo es perfectamente justo o imparcial hacia sus criaturas. Si leemos el discurso de Pedro con cuidado, podemos ver dos formas en que Dios se muestra imparcial. Primero, pone el corazón de todo hombre unas pistas sobre su existencia y naturaleza. Pedro habla de gente como Cornelio que “teme” a Dios y “practica justicia.” (Hechos 10:35) Todo niño tiene un sentido de sobrecogimiento ante el misterioso, el sobrenatural. Nosotros los adultos podemos hacer dormir tales sentimientos. Sin embargo, apreciamos el orador, poeta, músico o aun el director de cinema que puede renovar este sentido. En modo semejante, a pesar del esfuerzo para oscurecer el bien y el mal, admiramos el heroísmo. Esto sentimientos (que son anhelos profundos y poderosos) muestran que tenemos una orientación a Dios y que sentimos algunos de sus calidades: santidad, justicia y bondad.

Cuando un hombre aun vislumbra quien es Dios, nunca puede decir, “Pues, yo no hago nada tan mal, especialmente en comparación con otra gente.” No, reconocerá su insuficiencia ante tal Ser. El centurión Cornelio cayó a los pies de Pedro. ¡Cuánto más ante El que ofrece el perdón de los pecados! (v. 43)

Aquí vemos la segunda indicación de la imparcialidad de Dios. Pedro habló en nombre de Jesús y cuando terminó, el Espíritu Santo descendió sobre sus oyentes. El apóstol se dio cuenta que, a pesar de ser no-judíos, nada podía prevenir que recibieran el gran sacramento de bautismo. (v. 47)

Así fue bautizado el primer gentil. Para nosotros no parece extraño. Lo que es raro ahora es bautizar un judío. No obstante, hay que reconocer nuestra deuda a centurión romano que temió a Dios y actuó con justicia. Y al vicario de Cristo que vio la implicancia de la imparcialidad de Dios.

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