En los últimos tres años, en Seattle hemos observado la construcción de una nueva biblioteca central. Al principio parecía un diseño raro, pero al mirarlo más, una cierta elegancia y belleza se manifiestan. Y mientras el diseño inicialmente parecía extravagante, resulta que es bien practico.

Pero el edificio mismo depende de algo que ahora no se puede ver. Antes de iniciar la estructura superior, los trabajadores pasaron muchos meses excavando un agujero profundo para meter las fundaciones. Sin todo aquel trabajo, la biblioteca no tendría agua, calefacción o energía – y fácilmente se caería.

Este Domingo vislumbramos las fundaciones no de un edificio, sino el mismo universo. En la lectura de Proverbios, la “Sabiduría de Dios” dice, “Yo ya estaba allí cuando puso los cielos en su lugar...” (8:27) En lenguaje poético, Sabiduría describe como el Creador hizo firme el cielo y estableció un limite para el mar. Los científicos hablan de un universo “bien afinado.” (universo justo al punto) Variaciones mínimas de fuerzas físicas como gravitación resultarían en un colapso total o la imposibilidad de formar elementos como hidrógeno. Según sus teorías, aun las fuerzas que permiten el surgimiento de vida, tendrían que haber sido afinadas en los primeros micro-segundos de la explosión primordial (“Big Bang”).

Era un holandés excéntrico que concibió el diseño para la biblioteca de Seattle – pero es un inocente en comparación con el arquitecto del cosmos. El salmista se maravilla de la complejidad y extensión de los cielos y se pregunta, ¿qué es el hombre en comparación con tal grandeza? La respuesta es “nada” – a menos que tenga una conexión con el Diseñador.

Hoy Jesús nos dice que la mera Sabiduría de Dios, el Espíritu de Verdad, vendrá sobre nosotros. Por él entraremos aquella relación de la cual salió el mundo: “Todo lo que tiene el Padre es mío.” (Jn 16:15) El Espíritu Santo nos “declarará” esta verdad. Él estaba allí – y solo él puede traernos a la unión eterna del Padre e Hijo.

************