Una vez alguien me preguntó si es difícil ser sacerdote hoy cuando la gente es tan escéptica. Respondí, “Ser honesto, no me he fijado tanto. Me gustaría si la gente fuera más escéptica.
Un caso recién es El Código Davinci. La novela es muy divertida. Me gustó mucho. Sin embargo, el problema es que algunos (incluyendo al autor) han tomado en serio su explicación de los orígenes cristianos. Mientras escuché el libro audio, me preguntaba ¿Cómo es posible que tantos creen estas sonseras? Es verdad que la novela lo presenta en una forma atrayente, pero querría gritar: Si la gente solamente tomara tiempo para descubrir la historia verdadera...
En el evangelio de hoy vemos un hombre que es el patrón de la investigación escéptica. Cuando encuentra una proposición asombrante, pide la evidencia. Aun construye una prueba razonable, “Si no veo...” No fue suficiente que la proposición pareciera linda. Tomás era un hombre sencillo y honesto. Querría la verdad.
Dios ama a los escépticos honestos, especialmente a los que están dispuestos ser escépticos sobre sí mismos. Necesitamos a personas que reconocen que lo que importa no es “tener razón” sino abrirse a la verdad. Tomás era tal hombre. Y lo condujo no a la presunción sino a la confianza, al culto verdadero: “¡Señor mío y Dios mío!”
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