En su libro The Holy Reich (Nazi Conception of Christianity, 1919-1945) Richard Steigmann-Gall argumenta que los nazis no rechazaron Cristiandad. En cambio, la re-interpretaron para caber en su ideología. La mayoría de los lideres nazis, incluyeron a Hitler, no promovieron paganismo, sino lo que llamaron “cristiandad positiva.” También referida como cristiandad “activa” o “practica,” enfatizó hechos sobre doctrina. Lo que los nazis odiaron era “cristiandad negativa” que según ellos era la énfasis en credos o doctrinas. Veían a los dogmas, ritual e internacionalismo de la Iglesia Católica como evidencia de ser corrompida por los judíos. Querrían establecer una iglesia del estado (modelada sobre la Iglesia de Inglaterra) pero al fin abandonaron el proyecto a causa de resistencia de Evangélicos que valoraron la doctrina.

En el evangelio de hoy Jesús declara algo cuyo significado depende de si uno es un cristiano “practico” o “doctrinal.” Dice, “El Padre y yo somos uno.” Un cristiano práctico puede concluir que Jesús esta diciendo solamente que el y Dios el Padre trabajan en coordinación, que Jesús conoce la voluntad del Padre y trata de ponerla en practica. Un cristiano doctrinal diría, “Sí, pero hay mucho más.” Para nosotros la unidad de Jesús con el Padre significa que él es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre.”

Jesús nos dice hoy que da vida eternal a sus ovejas. ¿Lo hace como un hombre no más o como Dios? Si él es solamente un maestro iluminado al estilo de Buda o Mohamed, no es tan necesario escuchar su voz. Pero si el Dios (“uno” con el Padre) es la voz que realmente cuenta. “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Les doy la vida eterna y no perecerán jamás.”

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