Para descubrir uno puede sacar un palo y empieza a excavar. Primero se encuentra tierra, piedras y animalitos. Pero si uno sigue va a llegar a una piedra impenetrable. Un hombre puede concluir que la tierra es una roca no más, pero sería muy equivocado. Más allá de la esta roca dura hay el fuego subterráneo. De hecho la superficie de nuestro planeta es delgado como la cáscara de huevo. Adentro la mayor parte es fuego.
Así es nuestro universo. Vemos la parte exterior - las galaxias, etc. - pero lo que sostiene toda la realidad es Dios. Y Dios es como un fuego de energía.
Jesús explica más profundamente este misterio. Es interesante que Jesús no pasó mucho tiempo formulando un código moral. Asumió la ley moral, los Diez Mandamientos. Lo que Jesús querría revelar era su relación con el Padre. Cuando rezaba, dijo, "Oh, abba, Padre." Les dijo a sus apostoles, "El Padre y yo somos la misma cosa." Y en Juan 14:9, dijo claramente, "El que me ve a mí, ve al Padre."
Les doy una comparación para entender mejor el bautismo. Quizás todos hemos ido a un baño termal. Cuando yo estaba en el Perú, siempre hacía frio por la altura - 3,800 metros sobre el nivel del mar. Pero aún mas alto en la sierra había una cueva. Al entrar y bajar unos diez metros se encuentra una especie piscina, pero con agua muy caliente. El baño termal se llama Popocollo. Cuando iba a pueblo cerca al baño termal, los catequistas siempre querí ir conmigo, "Padre, vamos a Popocollo." A veces pasamos mucho tiempo en él, conversando y nadando. El agua era bien caliente porque estaba conectada con el fuego subterraneo. Así es nuestro bautismo - nos concecta con el fuego divino que es la fuente de toda la realidad.
Nuestra tarea es ahora renovar el bautismo - la vida de la Santísima Trinidad que hemos recibido - en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo.
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