¿QUIEN ESTA ESCRIBIENDO EL FUTURO? REFLEXIONES SOBRE EL SIGLO VEINTE - Bahá'í Faith Writings


Asamblea Espiritual Nacional de Uruguay
Based upon an email received from Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá'ís de Honduras


II

La cuestion central espiritual que enfrenta a todos los pueblos, dice Baha'u'llah, sea cual sea su nación u origen étnico, es el colocar los cimientos de una sociedad global que pueda reflejar la unicidad de la naturaleza humana. La unificación de los ambientes de la tierra no es ni una remota visión utópica ni, por último, una cuestión de elección.
Constituye la próxima ineludible etapa en el proceso de la evolución social, una etapa hacia la cual toda la experiencia tanto del pasado como del presente nos está impulsado. Hasta que esta cuestión no sea reconocida y abordada, ninguno de los males que afligen a nuestro planeta encontrará solución, ya que todos los desafíos esenciales de la época en la que hemos entrado son globales y universales, no particulares o regionales.
Los muchos pasajes de los Escritos de Baha'u'llah que tratan sobre la llegada a la mayoría de edad de la humanidad están impregnados de su uso de luz como metáfora para captar el poder transformador de la unidad: "Tan poderosa es la luz de la unidad", insiste, "que puede iluminar la tierra entera". Esta aseveración coloca la historia actual en una perspectiva claramente distinta de aquella que prevalece al término del siglo veinte.
Nos insta a descubrir - dentro del sufrimiento y el colapso de nuestros tiempos - la operación de fuerzas que estan liberando la conciencia humana para una nueva etapa en su evolución. Nos pide reexaminar lo que ha estado aconteciendo durante los últimos cien años y el efecto que estos eventos han producido sobre la masa heterogénea de los pueblos, razas, naciones y comunidades que los han experimentado.
Si, como asevera Baha'u'llah, "el bienestar de la humanidad, su paz y su seguridad, son inalcanzables a menos y hasta que su unidad sea firmemente establecida"(4), es comprensible por que los baha'is contemplan el siglo veinte - con todos sus desastres - como "el siglo de luz". (5) Ya que estos cien años atestiguaron una transformación tanto en la manera en que los habitantes de la tierra han comenzado a planificar nuestro futuro colectivo como en la manera en que nos consideramos, los unos a los otros.
El distintivo de ambas ha sido un proceso de unificación. Acontecimientos mas allá del control de instituciones existentes obligaron a los líderes mundiales a implementar nuevos sistemas de organización global que habrían sido inimaginables al comienzo del siglo. Mientras esto estaba ocurriendo, una erosión rápida alcanzaba las costumbres y las actitudes que habían dividido pueblos y naciones a lo largo de incontables siglos de conflicto y parecía que los mismos perdurarían durante epocas venideras.
A mediados del siglo, estos dos acontecimientos produjeron un gran efecto cuyo significado histórico solamente generaciones futuras apreciarán apropiadamente. En el período aturdido posterior a la Segunda Guerra Mundial, líderes de larga visión encontraron posible, por fin, mediante la organización de las Naciones Unidas, la consolidación de las bases del orden mundial. Largamente soñado por pensadores progresistas, el nuevo sistema de convenciones internacionales y agencias afines, ahora fue dotado de poderes cruciales, trágicamente negados a la frustrada Liga de Naciones. Mientras avanzaba el siglo, los músculos primitivos del mantenimiento de la paz internacional del sistema fueron ejercitados de tal manera como para demostrar de una forma persuasiva aquello que se puede lograr. Con esto vino la expansión continua a lo largo y ancho del mundo de instituciones democráticas del gobierno. Si los efectos prácticos todavía son decepcionantes, esto de ninguna manera disminuye el histórico e irreversible cambio de dirección que ha tenido lugar en la organización de los asuntos humanos.
Como en la causa del orden mundial, asi también en los derechos de los pueblos del mundo. La exposición del horrendo sufrimiento impuesto sobre las víctimas de la perversidad humana durante el transcurso de la guerra produjo un sentimiento mundial de choque - y lo que unicamente puede ser llamado un profundo sentimiento de vergüenza -. De este trauma emergió un nuevo tipo de compromiso moral institucionalizado formalmente en el trabajo de la Comisión de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos y sus agencias asociadas, un acontecimiento inconcebible a los gobernantes del siglo diecinueve a quienes Baha'u'llah mismo se había dirigido sobre este mismo tema. Autorizado así, un cuerpo creciente de organizaciones no-gubernamentales han determinado asegurar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos sea establecida como la base de criterios internacionales normativos y que sea implementada como es debida.
Un proceso paralelo tuvo lugar con respecto a la vida económica. Durante la primera mitad del siglo, como consecuencia del caos provocado por la gran depresión, muchos gobiernos adoptaron una legislación que creó programas de asistencia social y sistemas de control financiero, fondos de reserva y reglamentos de comercio que buscaban proteger a la sociedad de la recurrencia de tal devastación. El período posterior a la Segunda Guerra Mundial trajo el establecimiento de instituciones cuyo campo de operación es global: El fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio y una red de agencias de desarrollo dedicada a racionalizar y adelantar la prosperidad material del planeta. Al término del siglo, - sean cuales sean las intenciones y por cruda que sea la generación actual de herramientas - a las masas de la humanidad les ha sido demostrado que el uso de la riqueza del planeta puede ser reorganizado fundamentalmente en respuesta a conceptos enteramente nuevos de la necesidad.
El efecto de estos acontecimientos fue amplificado enormemente por la extensión acelerada de educación a las masas. Aparte de la buena disposición de gobiernos nacionales y locales de destinar recursos mucho mas grandes a ese campo y de la capacidad de la sociedad para movilizar y entrenar un ejército de maestros profesionalmente cualificados, dos adelantos del siglo veinte de nivel internacional fueron particularmente influyentes. El primero fue la serie de planes de desarrollo enfocados sobre las necesidades educacionales, financiadas masivamente por cuerpos tales como el Banco Mundial, Agencias gubernamentales, fundaciones mayores y varias sucursales del sistema de las Naciones Unidas. El segundo fue la explosión de la tecnología informática que ha convertido a todos los habitantes de la tierra en beneficiarios potenciales de la erudición de la totalidad de la raza humana.
Este proceso de reorganización estructural a escala planetaria fue animado y reforzado por un cambio profundo de conciencia. Pueblos enteros se encontraron obligados bruscamente a enfrentar el costo de modelos mentales que crean conflicto - y de hacerlo ante el foco pleno de la censura mundial de aquello que fuera considerado anteriormente como prácticas y actitudes aceptables -. El efecto fue el estimular un cambio revolucionario en la manera en que la gente se considera los unos a los otros.
A lo largo de la historia, por ejemplo, la experiencia parecía demostrar - y la enseñanza religiosa confirmar - que la mujer es esencialmente inferior al hombre por naturaleza. De la noche a la mañana, en la perspectiva histórica de las cosas, esta percepción prevaleciente de repente se encontraba retrocediendo en todas partes. Por largo y doloroso que sea el proceso de producir el pleno efecto de la aseveración de Baha'u'llah de que el hombre y la mujer son en todos los sentidos iguales, el apoyo intelectual y moral por cualquier opinión contraria se va desintegrando continuamente.
Todavía otra característica de la opinión de la humanidad sobre sí misma a lo largo de milenios anteriores fue una celebración de diferencias étnicas que, en siglos recientes, se había cristalizado en varias fantasías racistas. Con una velocidad sobrecogedora en la perspectiva de la historia, el siglo veinte vio establecerse la unidad de la raza humana como principio rector del orden internacional. Hoy en día, los conflictos étnicos que siguen provocando caos en muchas partes del mundo se ven, no como diferencias naturales de las relaciones entre pueblos diversos, sino como aberraciones testarudas que deben someterse a controles internacionales efectivos.
A lo largo de la prolongada niñez de la humanidad, se suponía, nuevamente con la plena concurrencia de las organizaciones religiosas, que la pobreza era una característica perdurable e irremediable del orden social. Ahora, sin embargo, esta mentalidad, una suposición que habia establecido las prioridades de cualquier sistema económico que el mundo había conocido, ha sido rechazada universalmente. Al menos en teoría, el Gobierno ha llegado a ser considerado en todas partes como esencialmente un fideicomisario responsable de asegurar el bienestar de todos los miembros de la sociedad.
De particular significativo - por su íntima relación con las raíces de la motivación humana - fue el aflojamiento de la dominación del prejuicio religioso. Prefigurado en el "Parlamento de Religiones" que atrajo intenso interés mientras el siglo diecinueve se acercaba a su fin, el proceso de diálogo y colaboración interreligiosos reforzó los efectos del secularismo en socavar las anteriormente inexpugnables murallas de la autoridad del clero. Ante la transformación en los conceptos religiosos realizada en los últimos cien años pasados, aun el estallido actual de reacción fundamentalista puede llagar a verse, retrospectivamente, como poco mas que acciones desesperadas de retaguardia contra la disolución inevitable del control sectario. En las palabras de Baha'u'llah, "No puede haber la menor duda de que todos los pueblos del mundo, de cualquier raza o religión, reciben su inspiración de una sola fuente celestial y son los súbditos de un solo Dios." (6)
Durante estas críticas décadas, la mente humana, al mismo tiempo estaba experimentando cambios fundamentales en su manera de comprender el universo físico. La primera mitad del siglo presenció las nuevas teorías de la relatividad y la mecánica cuántica - ambas intimamente relacionadas con la naturaleza y la operación de la luz - que revolucionaron el campo de la física y modificaron el curso entero del desarrollo científico. Se hizo evidente que la física clásica podía explicar los fenómenos solamente dentro de un alcance limitado. De pronto se había abierto una puerta nueva al estudio tanto de los constituyentes minúsculos del universo como de sus grandes sistemas cosmológicos, un cambio cuyos efectos sobrepasaron ampliamente la física, sacudiendo las bases mismas de una perspectiva mundial que había dominado el pensamiento científico durante siglos.
Desaparecidas para siempre fueron las imágenes de un universo mecánico que funcionaba como un reloj y una separación imaginada entre el observador y lo observado, entre la mente y la materia. Contra el fondo de los estudios de largo alcance hechos posibles así, la ciencia teórica comienza ahora a abordar la posibilidad de que el propósito y la inteligencia son sin lugar a duda, intrínsecos a la naturaleza y la operación del universo.
Siguiendo estos cambios conceptuales, la humanidad entró en una era en la cual la interacción entre las ciencias físicas - la física, la química y la biología juntas con la naciente ciencia de la ecología - abrió posibilidades impresionantes para el realce de la vida. Los beneficios en tales áreas de preocupación como la agricultura y la medicina se hicieron dramáticamente evidentes como también aquellos producidos por el éxito en la utilización de nuevas fuentes de energía. Simultáneamente, en el nuevo campo de materiales, la ciencia comenzó a proveer una riqueza de recursos especializados desconocidos al comienzo del siglo - plásticos, fibras ópticas, fibras de carbón, etc. Tales adelantos en la ciencia y la tecnología produjeron efectos recíprocos. Granos de arena - los mas humildes y ostensiblemente insignificantes de los materiales - se transformaron en barquillos de silicio y en vidrio ópticamente puro, haciendo posible la creación de redes mundiales de comunicación. Esto, junto con el despliegue de sistemas de satélites cada vez mas sofisticados, ha comenzado a dar acceso al conocimiento acumulado de la totalidad de la raza humana para la gente en todas partes, sin distinción. Es evidente que las décadas del futuro inmediato atestiguarán la integración de las tecnologías de teléfono, televisión y computación en un solo sistema unificado, de comunicación e información, cuyos aparatos, producidos en una forma económica, estarán disponibles en escala masiva.
Sería difícil exagerar el impacto psicológico y social del reemplazo esperado del revoltijo de sistemas monetarios existentes - para muchos, - la última fortaleza del orgullo nacionalista - por una única moneda mundial funcionando en su mayoría por impulsos electrónicos.
De hecho, el efecto unificador de la revolución del siglo veinte no se ve mas claramente en ninguna parte que en las implicaciones de los cambios que tuvieron lugar en la vida científica y tecnológica. En el nivel mas obvio, la raza humana está ahora dotada de los medios necesarios para realizar las metas visionarias producidas por una conciencia en proceso contínuo de maduración. Contemplada mas profundamente, esta capacidad está potencialmente disponible a todos los habitantes de la tierra, sin distinción de raza, cultura o nación. "Una nueva vida, en esta época, se agita dentro de todos los pueblos de la tierra, y, sin embargo, todavía nadie ha descubierto su causa ni percibido su motivo (7), vió Baha'u'llah proféticamente. Hoy, mas de un siglo después de que se escribieran estas palabras, las implicaciones de aquello que ha tenido lugar desde entonces ya comienzan a hacerse evidentes en las mentes contemplativas por doquier.

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