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Amenazas microscópicas en la piscina

elmundosalud.es /

ISABEL ESPIÑO

Cuando empezaron a utilizarse las piscinas, los procesos de limpieza eran los mismos que se habían usado durante siglos en las albercas de las huertas: cuando era evidente que el agua estaba sucia, se vaciaba y se volvía a llenar. Aunque la situación actual es totalmente diferente (las aguas reciben tratamientos químicos para irse 'regenerando'), los bañistas siguen enfrentándose a numerosas amenazas infecciosas.

El cloro acaba con la mayoría de los patógenos en menos de una hora. Pero una piscina en malas condiciones favorece el crecimiento de bacterias, tanto procedentes de la flora microbiana de las mucosas del bañista como del entorno (agua, tierra…).

El simple hecho de tragar, respirar o entrar en contacto con esta agua contaminada puede ocasionar trastornos como gastroenteritis, rinitis, conjuntivitis, otitis o la infección de una herida previa.


Revisiones

Cada comunidad autónoma es la encargada de regular este tema. Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid la normativa se renovó en 1998 y cada municipio debe velar porque se cumpla.

Así, en el ayuntamiento de Madrid se realizan cada año una serie de inspecciones aleatorias (casi 600, durante la campaña de 2003) en las que se evalúa, entre otras cosas, la calidad de las aguas (niveles de cloro, componentes microbiológicos…) y las condiciones técnicas e higiénicas de las instalaciones.

El resto de las localidades reciben el apoyo logístico de la comunidad para realizar estas inspecciones, al parecer con buenos resultados. De las más de 1.300 analíticas que realizaron el año pasado para controlar la calidad del agua, el 92,5% de las piscinas cumplía con la normativa. A las demás instalaciones les sobraba o les faltaba cloro.

 De todos modos, esto no garantiza un baño seguro: algunos patógenos sobreviven bastante tiempo a este desinfectante.


La responsabilidad del bañista

La enfermedad que se contagia con más frecuencia en las piscinas es la diarrea y, aunque la mayoría de los gérmenes que la ocasionan ('Shigella', 'Escherichia coli'…) son sensibles al cloro, otros no lo son tanto.

Tal es el caso de 'Cryptosporidium', un patógeno que puede sobrevivir seis o siete días en la piscina hasta que el cloro logra acabar con él. Según los datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU (los CDC), aunque los episodios infecciosos por este agente son poco frecuentes si se tiene en cuenta el volumen de bañistas, lo cierto es que en la última década han registrado más de 150 brotes en ese país.

Por eso, el bañista también debe poner 'de su parte' para que los otros usuarios de la piscina disfruten de un baño saludable. De hecho, las enfermedades diarreicas se contagian cuando los agentes infecciosos (procedentes de las heces de animales o personas infectadas) entran en el agua. Si el líquido contaminado se traga, el nadador puede infectarse.

Así, algunos de los consejos que dan los organismos preventivos es no utilizar la piscina en caso de sufrir diarrea o alguna otra enfermedad infectocontagiosa y procurar que no entre agua en la boca mientras uno nada.

Y es que no cabe olvidar que el bañista es la principal fuente de contaminación. Incluso cuando se trata de una persona sana, cada usuario aportará al agua multitud de gérmenes y partículas.

http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2004/07/16/salud_personal/1089980296.html

 


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