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El Evangelio de los Esenios

Páginas 1, 2, 3, 4

página 2

LA VISION DE ENOCH

LOS DIEZ MANDAMIENTOS

COMUNIONES

LA SEPTUPLE PAZ

FRAGMENTOS IDÉNTICOS A LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO

DEL LIBRO ESENIO DEL MAESTRO DE JUSTICIA

FRAGMENTOS DEL EVANGELIO ESENIO DE SAN JUAN

FRAGMENTOS DEL LIBRO ESENIO DE LAS REVELACIONES

 

EL EVANGELIO ESENIO DE PAZ. LIBRO II.

LA VISION DE ENOCH
LA REVELACION MAS ANTIGUA
DIOS HABLA AL HOMBRE

Te hablo
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablé cuando naciste
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablé
Cuando primero abriste tus ojos
Ten calma
Sabe
Soy
Dios


Te hablé
Cuando primero hablaste
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablé
En tu primer pensamiento
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablé
En tu primer amor
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablé
En tu primer canto
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
En el pasto de las praderas
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
En los valles y colinas
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través de los árboles del bosque
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través de la Montañas Sagradas
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través de la lluvia y de la nieve
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través de las olas del mar
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
En el rocío de la mañana
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través de la paz del atardecer
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
En el sol resplandeciente
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
Por las estrellas brillantes
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través de las nubes y de las tormentas
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través del trueno y del relámpago
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
A través del arco iris misterioso
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablaré
cuando estés solo.
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablaré
A través de la sabiduría de los Antiguos.
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablaré
Al final del tiempo.
Ten calma
Sabe
Soy
Dios.

Te hablaré
Cuando hayas visto a mis Angeles
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablaré
Por toda la Eternidad
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

Te hablo
Ten calma
Sabe
Soy
Dios

 


EL LIBRO ESENIO DE MOISÉS:
LOS DIEZ MANDAMIENTOS.


Y una humareda cubrió el Monte Sinaí, porque el Señor descendió en fuego sobre él.
Y el humo ascendía como el de un horno y
Toda la montaña estremeciose fuertemente.
Y descendió el Señor sobre la cima del Monte Sinaí. Y el Señor llamó a Moisés a la cima, y Moisés subió.
El Señor llamó a Moisés desde la Montaña, diciendo: “Ven a Mí, porque voy a darte las leyes para tu pueblo, que será un convenio para los Hijos de la Luz.
Y Moisés subió hasta Dios. Y Dios habló en estas palabras, diciendo:
Yo soy la Ley, tu Dios, que te libró del cautiverio de las tinieblas. No tendrás otras leyes ante Mí. No harás imagen alguna de la Ley en cielo ni en la tierra. Yo soy la Ley invisible, sin comienzo
y sin final. No harás leyes falsas, porque Soy la Ley y la Ley de
todas las Leyes. Si me desertaras, serás visitado por desastres de generación en generación. Si guardas mis mandamientos entrarás en el Huerto Infinito donde está el Árbol de la Vida, en medio del eterno mar.
No violarás la Ley. La Ley es tu Dios, que no te considerará sin culpa.
Honra a tu Madre Terrenal para que tus días puedan ser muchos en la tierra y honra a tu Padre Celestial para que la vida eterna sea tuya en los cielos, pues los cielos y la tierra te son dados por la Ley, que es tu Dios.
Saludarás a la Madre Terrenal en la mañana del Sabat.
Saludarás al Ángel de la Tierra en la segunda mañana.
Saludarás al Ángel de la Vida en la tercera mañana.
Saludarás al Ángel de la Alegría en la cuarta mañana.
Saludarás al Ángel del Sol en la quinta mañana.
Saludarás al Ángel del Agua en la sexta mañana.
Saludarás al Ángel del Aire en la séptima mañana.
A todos estos ángeles de la Madre Terrenal habrás de saludar, y de consagrarte a ellos, para que puedas entrar al Huerto Infinito donde está el Árbol de la Vida.
Adorarás a tu Padre Celestial en la tarde del Sabat.
Comulgarás con el Ángel de Vida Eterna en la segunda tarde.
Comulgarás con el Ángel del Trabajo en la tercera tarde.
Comulgarás con el Ángel de la Paz en la cuarta tarde.
Comulgarás con el Ángel del Poder en la quinta tarde.
Comulgarás con el Ángel del Amor en la Sexta tarde.
Comulgarás con el Ángel de la Sabiduría en la séptima tarde.
Con todos los ángeles del Padre Celestial habrás de comulgar para que tu alma pueda bañarse en la Fuente de Luz y entrar en el Mar de la Eternidad.
El séptimo día es el Sabat: lo guardarás y lo mantendrás como día sagrado. El Sabat es el día de la Luz, de la Ley, de tu Dios. En él no harás trabajo alguno, sino buscarás la Luz, el Reino de Dios y todas las cosas se te darán.
Pues sabe que durante seis días trabajarás con los ángeles, ya que
el séptimo día moraras en la Luz del Señor que es la Ley Sagrada.
No tomaras la vida de cosa viviente alguna. La vida sólo viene de Dios quien la da y la toma.
No degradaréis el Amor. Es el sagrado regalo del Padre Celestial.
No cambiarás tu alma, presente inapreciable del amante de Dios, pues las riquezas del mundo, que son cual semillas plantadas en terreno pedregoso, que por no tener raíz, tan sólo un corto tiempo duran.
No serás testigo falso de la Ley, para usarla contra tu hermano:
Sólo Dios conoce el principio y el final de las cosas, pues Su ojo es único y Él es la Ley Sangrada.
No codiciarás las posesiones de tu prójimo. La Ley te dará presentes mucho más grandes, la tierra y los cielos, si guardares los mandamientos del Señor tu Dios.”
Moisés escuchó la voz del Señor y selló en su corazón la alianza entre el Señor y los Hijos de la Luz. Y volviose Moisés, y bajó de la Montaña, y las tablas de la Ley estaban en sus manos.
Y las tablas eran la obra de Dios y la escritura de Dios, grabada en las tablas.
Y el pueblo no sabía que había sido de Moisés, se reunieron y desprendieronse de sus ornamentos de oro e hicieron un becerro fundido. Adoraron al ídolo y le ofrecieron ofrendas quemadas.
Y comieron y bebieron y danzaron ante el becerro de oro que habían hecho y se abandonaron a la corrupción y al mal delante del Señor.
Y sucedió que al aproximarse al campo, vio el becerro y las danzas y la maldad de su pueblo; la cólera de Moisés fue tan grande que arrojó las tablas que rompieronse monte abajo..
Y sucedió que a la mañana siguiente Moisés le dijo a su pueblo: Habéis cometido un gran pecado, habéis negado a vuestro Creador, Subiré hasta el Señor a suplicar la expiación para vuestro pecado.”
Y Moisés regresó hasta el Señor y dijo: Señor, has visto la profanación de tu Ley
Sagrada; pues tus hijos perdieron la fe y adoraron a las tinieblas e hicieronse un becerro de oro. Señor, perdónalos, pues son ciegos a la luz.”
Y el Señor le dijo a Moisés: “Mira, al principio de los tiempos fue hecha una alianza entre Dios y los Hijos de los hombres y la Sagrada llama del Creador entró en él y fueron hechos Hijos de Dios y les fue dada a guardar su herencia como primogénitos y
el hacer fructíferas las tierras de su Padre y mantenerlas sagradas. Y quien expulsa de sí al Creador escupe sobre su primogenitura, y no hay pecado más grande a los ojos de Dios.”
Y el Señor habló diciendo: Sólo los Hijos de la Luz pueden guardar los mandamientos de la Ley. Escúchame: las tablas que rompiste nunca más serán escritas con palabras de los hombres. Cómo tú las regresaste a la tierra y al fuego, así vivirán invisibles en los corazones de quienes puedan seguir la Ley.
A tu pueblo de poca fe, que pecó contra el Creador, cuando estas en suelo sagrado ante tu Dios, daré otra Ley. Será una Ley severa, sí, les atará, pues no conocen aún el Reino de la Luz...”
Y Moisés escondió la Ley invisible en su pecho y la guardó como un signo para los Hijos de la Luz. Y Dios dio a Moisés la Ley escrita para el pueblo. Y Moisés bajó hasta ellos y les habló con apesadumbrado corazón.
Y Moisés dijo a su pueblo: “Estas son las leyes que vuestro Dios os ha dado:
No tendréis otro Dios fuera de Mí.
No os haréis imágenes talladas.
No tomaréis el nombre del Señor tu Dios en vano.
Recordarás el Sabat, para santificarlo.
Honrad a vuestro Padre y a vuestra Madre.
No matareis.
No cometeréis adulterio.
No robaréis.
No daréis falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciaréis los bienes de tu prójimo, ni a la esposa de tu prójimo, ni cosa alguna que pertenezca a tu prójimo.

Y hubo un día de duelo y expiación por el gran pecado contra el Creador, que no terminó.
Y las tablas rotas de la Ley Invisible vivieron escondidas en el pecho de Moisés, hasta que sucedió que los Hijos de la Luz aparecieron en el desierto y los Ángeles caminaron sobre la tierra.


COMUNIONES

Y fue al borde de un arroyo, que los fatigados y afligidos volvieron en busca de Jesús. Y como niños, habían olvidado la Ley y como los niños, buscaban a su Padre para que les mostrara dónde habíanse extraviado, y les condujera nuevamente al sendero recto. Y cuando el sol elevose sobre el borde de la tierra, vieron a Jesús venir a ellos desde la montaña, con el fulgor del sol naciente sobre su cabeza.
Y levantó su mano y les sonrió diciendo: "La paz sea con vosotros".
Mas sintieron vergüenza de devolver el saludo, pues habían vuelto sus espaldas a las Sagradas Enseñanzas y los ángeles de la
Madre Terrenal y del Padre Celestial no estaban con ellos.
Y uno levantó su mirada angustiada y dijo: “Maestro, tenemos dolorosa necesidad de tu sabiduría. Pues conocemos el bien, mas seguimos en el mal. Sabemos que para entrar
al Reino de los Cielos debemos caminar con los ángeles del Día y de la Noche; sin embargo transitamos los caminos del malvado. La luz del día brilla tan sólo sobre nuestra búsqueda del placer y la noche cae sobre nuestro negligente estupor. Dinos, Maestro, ¿cómo podemos hablar con los ángeles y permanecer en su círculo sagrado, para que la Ley brille en nuestros corazones con su llama constante?
“Alzar vuestros ojos al cielo
Cuando los hombres al suelo miran.
Adorar a los pies de los ángeles
Cuando los hombres tan sólo riqueza y fama adoran,
No es fácil.
Mas lo más difícil de todo
Es pensar los pensamientos de los ángeles,
Hablad las palabras de los ángeles,
Y haced como los ángeles.”
Y alguien dijo: “Pero Maestro, tan sólo somos hombres, no somos
Ángeles. ¿Cómo podemos esperar transitar por sus caminos? Dinos que debemos hacer”.
Y Jesús habló:
” Como el hijo hereda la tierra de su padre,
Así heredamos la sagrada tierra
de nuestro Padre.
Tierra que no es campo para arar,
Sino un sitio en nosotros mismos
Para construir el Sagrado Templo,
Y como tal ha de levantarse
Piedra sobre Piedra.
Con que construir el Sagrado Templo,
el que hemos heredado
de nuestros padres
Y de los padres de sus padres.”

Y reunieronse todos alrededor de Jesús y sus rostros brillaban deseosos de escuchar las palabras de sus labios. Elevó su rostro
hacia el sol naciente y el esplendor de sus rayos fulguraban en sus ojos al hablar:
“El Sagrado Templo habrá de ser construido
Tan sólo con las antiguas Comuniones;
Las que se hablan,
Las que se piensan,
Las que se viven.
Pues si tan sólo se hablan,
Son cual colmena muerta
Que abandonaran las abejas,
Sin dar ya miel.
Las comuniones son un puente,
Entre el hombre y los Ángeles,
Y como un puente sobre un río
piedra sobre piedra está construido
Con las piedras que se encuentras
En la orilla de las aguas.
Y catorce son las comuniones
Como siete son los ángeles del Padre Celestial
Y siete los ángeles de la Madre Terrenal
Y como las raíces del árbol
Penetran en la tierra y son nutridos
Y las ramas del árbol
Elevan sus ramas hacia el cielo,
Así cual tronco del árbol es el hombre,
Y profundas sus raíces hunde
En el seno de la Madre Terrenal,
Y su alma asciende
Hasta las estrellas brillantes del Padre Celestial.
Y cual raíces del árbol
Son los ángeles de la Madre Terrenal,
Y las ramas del árbol
Los ángeles del Padre Celestial
Y este es el Sagrado árbol de la Vida
que en el Mar Eterno crece.

La PRIMERA COMUNIÓN es con
el Ángel del Sol,
Que por las mañanas viene
Cual desposada de su alcoba
Y derrama su Áurea luz sobre la tierra.
Oh, tú, inmortal, brillante, alígero,
Ángel del Sol!
No hay calor sin ti,
Ni fuego sin ti,
Ni vida hay sin ti.
Las hojas esmeralda de los árboles
te adoran.
Y por ti del trigo la simiente
En áureo río de hierba se convierte
Que ondula con el viento.
Por ti la flor se abre
En el centro de mi cuerpo.
Nunca de ti me ocultaré por tanto
Ángel del Sol,
Sagrado Mensajero de la Madre Terrenal,
Entra en el Sagrado Templo de mi alma
Y dame el Fuego de la Vida.

La SEGUNDA COMUNIÓN es con
el Ángel del Agua.
Que hace la lluvia
Caer sobre las áridas llanuras,
Y desbordar el seco pozo.
Sí, te veneramos, raíces de la vida.
Del celestial océano
Precipitanse las fluyentes aguas,
Desde las eternamente pródigas fuentes.
Fluyen en mi sangre
mil puros manantiales,
Y nubes y vapores,
Y las aguas todas
Que sobre siete reinos se derraman.
Las aguas todas
Que el Creador ha hecho.
Sagradas son.
La voz del Señor
Está sobre las aguas,
El Dios de Gloria atruena;
El Señor está sobre las aguas.
Ángel del Agua,
Sagrado Mensajero de la Madre Terrenal,
Entra en la sangre que en mi fluye,
Lava mi cuerpo con la lluvia
Que del cielo cae,
Y dame el Agua de Vida.

La TERCERA COMUNIÓN es con
El Ángel del Aire
Que derrama la fragancia
De aromáticas campiñas
De la hierba en primavera tras las lluvias
De capullos florecientes de la
Rosa de Sharon.
Adoramos el Sagrado Aliento
De la cima de las cosas creadas.
Oh eterno soberano
Espacio luminoso
Donde reinan las innumeras estrellas
En el aire que aspiramos
Y el aire que exhalamos.
Y en el instante
Entre la aspiración y la exhalación
Se esconden los misterios
del Huerto Infinito.
Ángel del Aire,
Sagrado mensajero de la Madre Terrenal,
Entre en mi profundamente,
Como golondrina que del cielo se abalanza,
Para conocer los secretos de los vientos
Y la música de las estrellas.

La CUARTA COMUNIÓN es con
El Ángel de la Tierra.
Que procrea las uvas y las mieses
De la plenitud de la Tierra
Y procrea los hijos
Del esposo y de la esposa.
A quien la tierra labre
Con el brazo izquierdo y derecho
Provéale ella
con abundancia de frutas y de granos,
Plantas de matices áureos,
que crecen de la tierra
durante la primavera,
En la extensión de la tierra<
Hasta donde llegan los ríos,
hasta donde el sol asciende,
Y otorgan presentes de alimentos a los hombres.
Alabo la anchurosa tierra
Cruzada en la lejanía de senderos,
La productora, la fertilidad llena,
tú, Madre, Sagrada planta!.
Sí, alabo los campos y los huertos
Donde creces,
Aromática y prestamente derramando
Los frutos buenos del Señor.
Quien mieses, hierba y fruta siembra,
Siembra la Ley;
Y abundante será la cosecha
Y los cultivos maduros en los montes.
En recompensa para los seguidores de la Ley,
Envió el Señor el ángel de la Tierra,
Sagrado Mensajero de la Madre Terrenal
para que las plantas crezcan,
Y haga fértil el vientre femenino,
Que en la tierra nunca falten
Las risas de los niños.
Adoremos al Señor en Él.

La QUINTA COMUNIÓN es con
el Ángel de la Vida,
Que al hombre fuerza y vigor da.
Pues, oh, si no es la cera pura
¿Cómo puede la vela dar brillante flama?
Id, entonces, a los árboles umbrosos,
Y frente al más bello,
Elevado y poderoso,
Decid estas palabras:
Salud a ti, oh, viviente árbol bueno,
Hecho por el Creador!.
Entonces el Río de la Vida
Fluirá entre tú y tu hermano,
El árbol.
Y la salud del cuerpo,
la rapidez del paso,
finura del oído,
La fuerza de los brazos
Y la mirada del águila, serán vuestros.
Tal es la Comunión con el Ángel de la Vida,
Sagrado mensajero de la Madre Terrenal.

La SEXTA COMUNIÓN es con
El Ángel de la Alegría,
Que sobre la tierra desciende
Y a los hombres da belleza.
Al Señor no se le adora con tristeza,
Ni lamentos de dolor.
Deja tus tristezas y lamentos
Y entona al Señor un nuevo canto,
Canta al Señor la tierra entera,
Regoncijanse los cielos,
Y alégrese la tierra.
Que los campos llénense de gozo,
Que batan palmas los torrentes,
Y llénense de alegría las colinas.
Ante el Señor
Vendrás con alegría
Y de paz estarás rodeado:
las montañas y las colinas
Prorrumpirán en cantos ante ti,
Ángel de la Alegría,
Sagrado Mensajero de la Madre Terrenal.
Cantaré al Señor,
Mientras viva.
Cantaré alabanzas a mi Dios,
En tanto a mi ser tenga.

La SÉPTIMA COMUNIÓN es con
Nuestra Madre Terrenal,
La que envía a sus ángeles
para guiar las raíces del hombre
Y enviarlas al profundo bendito suelo.
Invocamos a la Madre Terrenal!,
Sagrada Conservadora!.
Sagrada Mantenedora!.
Ella resultará el mundo!.
La tierra es suya
Y su plenitud: El mundo,
Y a quienes él habitan.
Adoramos la buena, la fuerte,
La benéfica Madre Terrenal
Y a sus ángeles todos
Bondadosos, valientes, cordiales,
Llenos de fuerza;
Dispensadores de salud.
Por su brillo y su gloria
Crecen las plantas en la tierra,
Junto a eternamente pródigas fuentes.
Por su brillo y por su gloria
Soplan pródigos los vientos.
Impeliendo las nubes
Hasta las fuentes eternas.
La Madre Tierra y yo somos uno.
En ella mis raíces tengo
Y ella en mii se deleita,
Conforme a la Sagrada Ley”.


Entonces hubo un gran silencio al meditar en las palabras de Jesús y nueva fuerza renació en ellos y el deseo y la esperanza brillaron en sus rostros. Y entonces alguien dijo: “Maestro, estamos llenos de fervor por empezar nuestras Comuniones con los ángeles de la Madre Terrenal que plantó el gran Huerto de la tierra. Mas, de los ángeles del Padre Celestial que gobiernan por la noche, ¿Cómo
podremos hablar con ellos que tan lejos están de nosotros e invisibles son a nuestros ojos? Pues podemos ver los rayos del sol, podemos sentir el agua fresca del arroyo en el que nos bañamos, y las uvas son tibias al tacto como maduran en las vidas. Mas los ángeles del Padre Celestial no pueden ser vistos, ni oídos, ni tocados. ¿Cómo entonces podremos hablarles y entrar al Huerto Infinito?. Maestro, dinos qué debemos hacer?.
Y el sol de la mañana circundó de gloria la cabeza de Jesús al mirarles, y les dijo:

“Hijos míos, ¿no sabéis que la tierra
y en cuanto en ella habita
Es tan sólo un reflejo del
Reino del Padre Celestial?
Así como son amamantados y consolados
Por vuestra madre cuando erais niños
Y vas a los campos a reuniros con el padre
cuando sois mayores,
Así los ángeles de la Madre Terrenal
Guiarán vuestros pasos
Hacia el que es vuestro Padre,
Y hacia sus ángeles sagrados,
Y lleguéis a ser verdaderos Hijos de Dios.
Cuando somos niños,
Vemos los rayos del sol
Mas no al Padre que los creó,
Cuando somos niños
Oímos el sonido murmurante del arroyo
Mas no al Amor que los creó,
Cuando somos niños
Vemos las estrellas
Mas no la mano que las dispersa
Por la bóveda del cielo,
Como el labriego esparce la semilla.
sólo por las Comuniones
Con los ángeles del Padre Celestial
Aprenderemos a ver lo invisible,
A oír lo inaudito,
Y a decir la palabra inefable.

La PRIMERA COMUNIÓN es con
el Ángel del Poder,
Que llena al sol del calor,
Guía la mano del hombre
En todas sus obras.
Tuyo, Oh, Padre Celestial
Fue el Poder,
Cuando ordenaste un sendero
Para todos y cada uno de nosotros.
Por tu Poder
transitarán mis pies
El sendero de la Ley,
Por tu Poder
Mis manos ejecutarán tus obras.
Que el áureo río del Poder
Fluya siempre de TI a mí,
Y mi cuerpo hacia ti siempre vuelva,
Como la flor que hacia el sol se vuelve.
Que no hay poder salvo el
Que viene del Padre Celestial,
Lo demás es solo un sueño polvoriento,
Una nube que pasa frente al sol.
No hay hombre que poder tenga
Sobre el espíritu;
Ni poder tiene sobre el día de su muerte.
Tan sólo el poder que de Dios viene.
Rescatarnos puede de la Ciudad de la Muerte.
Nuestras obras y actos guía,
Oh Ángel del Poder
Sagrado mensajero del Padre Celestial!.

La SEGUNDA COMUNIÓN es con
El Ángel del Amor,
Cuyas aguas salutíferas fluyen
en corriente infinita,
Desde el Mar de la Eternidad.
Amado, amémonos los unos a los otros
Pues el Amor es del Padre Celestial
Y todo cuanto se ama
Nace de la Orden Celestial
Y conoce a los ángeles.

Pues sin Amor
Está seco y agrietado el corazón del hombre
Como el fondo de un pozo sin agua
Y sus palabras son vacías
Cual un calabozo hueco.
Mas dulce miel son las palabras amantes,
Dulces al alma,
Las palabras amantes en la boca de un hombre,
Son como aguas profundas,
Y un manantial de amor
Como un arroyo que fluye.
Sí, deciase antaño,
Amarás a tu Padre Celestial
Con todo el corazón,
Y toda la mente y con todos tus actos.
Y amarás a tus hermanos
Como a ti mismo.
El Padre Celestial es Amor
Y quien mora en el Amor
Hogar encuentra en el Padre Celestial,
y el Padre Celestial en él.
Quien no ama es un pájaro errabundo
expulsado de su nido;
Para él falta la hierba
Y amargo sabor tiene el arroyo.
Y si un hombre dijera
Amo al Padre Celestial
Mas odio a mi hermano, es un mentiroso:
Pues quien no ama a su hermano
A quien a visto,
¿Cómo puede amar al Padre Celestial
A quien no ha visto?
Por ésto conocemos a los Hijos de la Luz;
Caminan con el Ángel del Amor,
Pues aman al Padre Celestial
Y a sus hermanos aman
Y guardan la Sagrada Ley.
El Amor es más fuerte
Que las corrientes de aguas profundas:
EL AMOR ES MAS FUERTE QUE LA MUERTE.

La TERCERA COMUNIÓN es con
El ángel de la Sabiduría,
Que libera de temor al hombre,
Y de amplio corazón le hace,
Y de conciencia tranquila.
Sabiduría Sagrada.
La comprensión que se despliega,
Continuamente,
Como un rollo sagrado,
Mas no viene del estudio.
Toda Sabiduría viene del Padre Celestial
Y con Él está por siempre.
¿Quién puede contar las arenas del mar,
Y las gotas de lluvia
y los días de la eternidad?
¿Quién puede medir la altura de los cielos
Y la amplitud de la tierra?
¿Quién puede narrar el principio de la Sabiduría?
La Sabiduría fue creada
Antes que todas las cosas.
Quien de Sabiduría carece
Es como el que dijo al madero,
“Despierta”, a la muda piedra
”Levántate y enseña”.
Así sus palabras son vacías,
Y sus dañinos sus actos
Cual niño que blande la espada de su padre
Y no conoce su cortante filo.
Mas la corona de la Sabiduría
hace florecer la paz y la salud perfecta.
presentes ambos de Dios.
Oh, tú, Orden Celestial
Y tú Ángel de la Sabiduría,
Te adoraré,
Y al Padre Celestial, por quien
El río del pensamiento en nosotros
Fluye hacia el Sagrado Mar de la Eternidad.

La CUARTA COMUNIÓN es con
el Ángel de la Vida Eterna,
Que trae mensaje de la Eternidad
Al hombre el
Pues quien con los ángeles camina
Aprenderá a remontarse
Por encima de las nubes,
Y su hogar estará
en el Mar Eterno
Donde está el Sagrado árbol de la Vida.
No esperéis la muerte
Para revelar el gran misterio,
Si no conoces al Padre Celestial
Mientras hollas el suelo polvoriento,
Entonces para ti habrá tan sólo sombras
En la vida por venir.
Aquí y ahora
Es el misterio revelado.
Aquí y ahora
El telón es levantado.
No temáis, oh, hombres.
Teneos de las alas del
Ángel de la Vida Eterna,
Y remóntate al sendero de las estrellas,
La luna, el sol y la ilimitada Luz,
Que giran en
Sempiternos círculos para siempre,
Y vuela hacia el Mar Celestial
De Vida Eterna.

La QUINTA COMUNIÓN es con
El Ángel del Trabajo,
Que canta en el zumbido de la abeja,
Sin reposo para hacer la miel dorada;
En la flauta del pastor,
Que no duerme, no sea que el rebaño se extravíe,
En el canto de la virgen
Al poner su mano en el huso.
Y si crees que estas
No son tan bellas a los ojos del Señor
Como las más excelsas oraciones
Que resuenan en lo alto de los montes,
Entonces ciertamente yerras.
Pues el trabajo digno de humildes manos
Es una oración diaria de gratitud,
Y la música del arado
Un canto gozoso ante el Señor.
Quien coma el pan del ocio
Morir de hambre debe,
Pues un campo de piedras
sólo piedras produce.
Para él es el día sin sentido,
Y la noche amarga jornada de malditos sueños
La mente del ocioso
Llena está de semillas del descontento.
Mas quien camina con el
Ángel del Trabajo,
Campos fértiles en su interior florecen,
En los que la mies y la uva
Y toda la clase fragantes
Hierbas y flores crecen abundantes.
Como siembres, será tu cosecha.
El hombre de Dios que encontró su faena
ya no pedirá bendición alguna.

La SEXTA COMUNIÓN es con
el Ángel de la Paz,
Cuyo beso calma otorga,
Y cuyo rostro es superficie
de imperturbadas aguas,
En las que reflejase la luna.
Invocaré la Paz,
Cuyo aliento es amistoso,
Cuya mano alisa el ceño perturbado.
En el Reino de la Paz
No hay ni hambre ni sed,
Ni corrientes frías ni calientes,
Ni decrepitud ni muerte.
Mas quien en su alma Paz no tiene,
No tiene lugar en su interior para construir
El Templo Sagrado;
Pues, ¿cómo podrá construir el carpintero
En medio del torbellino?
La simiente de violencia producir puede
Cosecha de desolación tan sólo,
Y en reseco lodo no
Cosa viviente alguna crecerá.
Busca al Ángel de la Paz, por tanto,
Que es cual estrella matutina
En medio de las nubes,
Como la dulce luna llena,
Como el bello olivo que brotones produce antes que frutos
O sol brillando sobre el Templo
Del Altísimo.
La paz habita en el corazón del silencio:
Ten calma, sabe, soy Dios.

La SÉPTIMA COMUNIÓN es con
el Padre Celestial,
Que es,
Que fue, y
Que por siempre será.
Oh, Gran Creador!
Creaste a los Ángeles Celestiales,
Y tú revelaste las Leyes Celestes.
Eres mi refugio y mi fortaleza,
Lo eres desde la eternidad,
Señor, has sido nuestro albergue
En las generaciones sempiternas,
Antes de que brotaran las montañas,
Aún antes de que formaras la tierra.
Desde siempre y para siempre.
Eres Dios.
Quien hizo las aguas,
¿Y quién las plantas hizo,
¿Quién al viento,
Unció las nubes de tormenta,
más veloces y fugaces?
Quién oh Gran Creador!
¿Es la fuente de Vida Eterna en nuestras almas?.
¿Quién hizo la Luz en las tinieblas?
¿Quién hizo el sueño y el deleite de las horas de vigilia?
¿Quién dispersó las melodías y las medianoches?.
Tú, Oh, Gran Creador.
Tú hiciste la tierra
Con tu Poder,
Estableciste el mundo.
Con tu sabiduría
extendiste los cielos
Con tu Amor.
Revélame
Oh, Padre Celestial,
Tu naturaleza,
Que es el poder de los ángeles de tu Sagrado Reino.
La inmortalidad y el Orden Celeste
Diste tú, Oh, Creador,
Y la mejor de todas las cosas,
Tu Sagrada Ley.
Alabaré tus obras
Con cantos gratitud.
En el transcurso del tiempo.
A la llegada del día
Abrazo a mi Madre,
al llegar la noche
Me uno a mi Padre,
Y a la partida de la noche y la mañana
respiraré Su Ley,
Y no interrumpiré las Comuniones
hasta el fin de los tiempos”.

Y hubo un gran silencio en el cielo y en la tierra, y la paz del Padre Celestial y de la Madre Terrenal brilló sobre las cabezas de Jesús y de la multitud.


DEL LIBRO ESENIO DE JESÚS
LA SEPTUPLE PAZ

Y al ver a las multitudes, Jesús subió a la montaña, y sus discípulos vinieron a Él y a los que ansiaban escuchar sus palabras. Y viéndolos reunidos, abrió su boca y les enseñó diciendo:

“La paz os traigo, hijos míos,
la Séptuple Paz de la Madre Terrenal
Y del Padre Celestial.
La Paz os traigo al cuerpo,
Guiados por el Ángel del Poder.
La Paz os traigo al corazón,
Guiados por el Ángel del Amor.
La Paz os traigo a la mente,
Guiados por el Ángel de la Sabiduría.
Recorreréis los siete senderos
Del Huerto Infinito
Y vuestro cuerpo, corazón y mente
Serán en Unidad
En el Sagrado Vuelo hacia el
Mar Celestial de Paz.
Si, ciertamente os digo,
Siete son los senderos
Que cruzan el Huerto Infinito,
Y cada uno deberá transitarse
Con el cuerpo, el corazón y la mente
Cual uno,
No sea que tropecéis y os desploméis
En el abismo del vacío.
Como ave no podrá volar con un ala,
Así vuestra ave de la Sabiduría
Las alas de Poder y Amor necesita para
Para remontarse sobre el abismo
Hacia el Sagrado Árbol de Vida.

Pues el cuerpo tan solo
Es casa abandonada vista de lejos:
Cuanto creyose bello
Tan sólo es ruina y desolación
Al acercarse,
El cuerpo por si sólo
Es como una carroza labrada en oro,
Cuyo Hacedor colocó en un pedestal,
Renuente a dañarlo con el uso;
Pero, como ídolo de oro,
Es fea y sin gracia,
Pues tan sólo en movimiento
Revela su propósito.
Como la negra oscuridad de una ventana
Cuando el viento la vela apaga,
Es el cuerpo sólo,
Sin corazón ni mente
Para llenarlo de luz.
Y sólo el corazón,
Es un sol sin tierra que iluminar;
Una luz en el vacío,
Una bola de color ahogada
En un mar de oscuridad.
Pues cuando un hombre ama,
Tal amor se mueve tan sólo
Hacia su propia destrucción
Si no hay mano que se extienda
En buenas obras,
Ni mente que teja con las llamas del deseo
En un tapíz de salmos.
Cual torbellino en el desierto
Es el corazón solo, sin cuerpo ni mente
Que le conduzca cantando
A través de pinos y cipreses.
Y la mente sola, es un Rollo Sagrado
Desgastado por los años,
Y deberá ser enterrado.
La verdad y belleza de las palabras
No han cambiado,
Mas los ojos no pueden ya leer
Las letras desvanecidas,
Y se hace pedazos en las manos.
Así es la mente sin el corazón
Que le dé palabras
Y sin cuerpo
Para sus actos.
Pues, ¿A qué sabiduría
Sin un corazón para sentir
Ni la lengua para darle voz?
Estéril como el vientre de una anciana
Es la mente sola,
Sin corazón y sin cuerpo
Para la vida.
Pues, oh, cierto os digo,
El cuerpo, el corazón y la mente
Son carroza, caballo y cochero.
La carroza es el cuerpo
Forjada para hacer la voluntad
Del Padre Celestial
Y la Madre Terrenal.
El corazón es el corcel fogoso,
Glorioso y valiente,
Que con valor de la carroza tira,
Fuese llano el camino,
O si piedras y árboles caídos
Yacen en su ruta.
Y el cochero es la mente,
Que sostiene las riendas de la sabiduría,
Y contempla desde lo alto
Cuanto yace
En el horizonte lejano,
Al guiar el curso de los cascos y las ruedas.
Prestad oído, oh vosotros cielos
Y hablaré:
Y escuchad, oh, tierra,
Las palabras de mi boca.
Mi doctrina caerá como la lluvia,
descenderá como el rocío,
Cual menuda lluvia
Sobre la tierna hierba
Y aguaceros sobre el pasto.
Bendito sea el Hijo de la Luz,
Fuerte de cuerpo,
pues será uno con la tierra.
Celebrará la fiesta diaria,
Con los presentes del Ángel de la Tierra:
El áureo trigo y las mieses,
Las púrpuras uvas del otoño,
Los frutos maduros de los árboles,
La ambarina miel de las abejas.
Buscara el aire fresco
De los bosques y los campos.
Y ahí en medio de ellos
Encontrará el Ángel del Aire.
Despojados del calzado vestiduras,
Y permitid que el Ángel del Aire
Abrace vuestro cuerpo.
Respirad luego larga y profundamente,
Para que el Ángel del Aire
os penetre.
Entrad al fresco y fluyente río
Y permitid que el Ángel del Agua
Abrace vuestro cuerpo.
Entregaos por entero en sus brazos bondadosos,
Y al mover el aire
Con tu aliento,
Moved el agua también con vuestro cuerpo.
Buscareis al Ángel del Sol
Y entrareis entre sus brazos
Que con sagradas llamas purifican.
Y son cosas estas de la Sagrada Ley
de la Madre Tierra,
La que os parió.
Quien ha encontrado la paz en el cuerpo
Ha construido un Sagrado Templo
para que por siempre habite
El Espíritu de Dios.
Conoce esta Paz con la mente,
Desea esta Paz con el corazón,
Cumple esta Paz con el cuerpo.
Bendito sea el Hijo de la Luz,
Que sea sabio de mente,
Pues creará el cielo.
La mente del sabio
Es un campo bien arado,
Que abundancia y plenitud produce.
Pues si muestras un puñado de semillas
A un sabio,
Verá con los ojos de la mente
Un campo de áureas mieses.
Y si muestras un puñado de semillas
A un necio,
Verá tan sólo lo que tiene enfrente,
Y las llamará guijarros inservibles.
Y como el campo del sabio
Produce grano en abundancia,
El del necio
Cosecha tan sólo piedras.
Sucede así con nuestros pensamientos.
Como la gavilla de dorado trigo
Oculta yace en la menuda almendra,
Así es el Reino del Cielo,
Oculto está en nuestros pensamientos.
Si llenos estuviesen del
Poder, el Amor y la Sabiduría
De los ángeles del Padre Celestial,
Nos llevarán al Mar Celeste,
Mas si manchados estuviesen
De corrupción, odio e ignorancia,
Encadenarán nuestros pies
A columnas de dolor y sufrimiento.
Ningún hombre puede servir a dos amos,
Ni podrán los malvados habitar en la mente
Llena de la Luz de la Ley.
Quien ha encontrado la Paz con la mente,
Aprendió a remontarse allende
Del Reino de los Ángeles.
Conoce esta Paz con la mente,
Conoce esta Paz con el corazón,
Conoce esta Paz con el cuerpo.
Bendito sea el Hijo de la Luz
Puro de corazón,
Pues verá a Dios.
Pues como el Padre Celestial tendió
Su Espíritu Santo,
Y tu Madre Terrenal tendió
Su Sagrado Cuerpo,
Así darás Amor a todos tus hermanos;
Y tus hermanos verdaderos son
Quienes cumplen la voluntad del Padre Celestial
Y de la Madre Terrenal.
Que tu Amor sea como el sol
que brilla sobre las criaturas de la tierra,
Y no prefiere una hierba más que otra.
Y este Amor fluirá como una fuente
De hermano a hermano,
Y al agotarse
Así será rellenada.
Pues el Amor es eterno.
El amor es más fuerte que la muerte.
Y si de amor carece un hombre,
Construye un muro entre él
Y las criaturas de la tierra,
Y dentro de sí habita
En soledad y pena.
O puede convertirse en furioso torbellino
Que hunde en sus entrañas
Cuanto cerca flote.
Pues el corazón es un mar de olas peligrosas
Y la sabiduría y el Amor deben moderarlo,
Como el cálido sol irrumpe entre las nubes
Y al perturbado mas aquieta.
Quien encontró la paz con sus hermanos,
Entro en el Reino del Amor,
Y verá a Dios de cara a cara.
Conoce esta Paz con tu mente,
Conoce esta Paz con el corazón,
Conoce esta Paz con el cuerpo.
Bendito es el Hijo de la Luz
Que construye en la Tierra
El Reino de los cielos,
Pues morará en ambos mundos.
Seguirá la Ley
De la Hermandad,
Que dice que nadie tendrá riqueza,
Y nadie será pobre,
y todos trabajarán juntos
En el huerto de la Hermandad.
Mas seguirá con su propio corazón,
Pues en el Huerto Infinito
Hay muchas y diversas flores;
¿Quién dirá que una es la mejor
porque púrpura es su color,
O sea aquella favorecida
Por su tallo esbelto y largo?
Aunque tus hermanos sean
De complexión diversa,
No obstante trabajan todos
en las vides de la Madre Terrenal,
Y juntos entonan sus cantos
Y al Padre Celestial alaban.
Y juntos partirán el pan sagrado,
Y en silencio comparten la sagrada cena
De acción de gracias.
No habrá paz entre los pueblos,
Hasta que sobre la tierra toda
Un Huerto de la Hermandad florezca.
¿Pues cómo podrá haber paz,
Cuando cada hombre persigue su ganancia
Y en esclavitud vende su alma?
Tú, Hijo de la Luz,
Únete a tus hermanos
y partid entonces
A enseñar los caminos de la Ley
A quienes escucharos quieran.
Quien encontró la paz
Con la hermandad del hombre
Hizo de sí mismo
El colaborador de Dios.
Conoce esta Paz con tu corazón,
Conoce esta Paz con tu mente,
Desea esta Paz con el cuerpo.
Bendito sea el Hijo de la Luz
Que estudia el libro de la Ley,
Pues será cual una vela
En la oscuridad de la noche.
Y una isla de verdad
en un mar de falsedad.
Pues sabe, la palabra escrita
Que de Dios viene
Es el reflejo del Mar Celestial,
Como las estrellas brillantes
Reflejan el rostro de los cielos.
Como las palabras de los antiguos
Están grabadas pon la mano de Dios
En los rollos sagrados,
Si, la Sagrada Ley grabada
está en los corazones
de los fieles que la estudian.
Antiguamente se dijo,
Que al principio hubo gigantes
en la Tierra,
Y hombres poderosos de antaño fueron
Hombres de renombre.
Y los Hijos de la Luz
Guardaran preservarán
La palabra escrita,
A menos que de nuevo como bestias seamos,
Y desconozcamos el Reino de los Ángeles.
Sabe, también,
Que tan sólo por la palabra escrita
Encontrarás la Ley
Que no está escrita,
Como manantial que fluye de la tierra
tiene oculta fuente
En las profundidades secretas de la tierra.
La Ley escrita
es el instrumento por el que
La Ley no escrita es comprendida,
como la muda rama de un árbol
En flauta cantarina se convierte
En las manos del pastor.
Muchos hay
que permanecerán en el tranquilo
Valle de la ignorancia,
En el que los niños juegan
y las mariposas danzan en el sol
En su corta hora de vida,
Mas ahí nadie demorarse mucho puede
Y al frente se elevan las sombrías
Montañas del saber.
Muchos hay que cruzar temen
y muchos hay caen maltratados y sangrantes
De sus escarpadas y ásperas laderas.
Mas la fe es guía
Sobre el profundo abismo
Y la perseverancia el sendero
En medio de las filosas rocas.
Allende los helados picos de la lucha,
Yacen la Paz y la belleza
Del Infinito Huerto del Conocimiento,
En el que el sentido de la Ley
Se hace conocido a los Hijos de la Luz.
Aquí en el centro del boscaje,
Está el Árbol de la Vida,
Misterios de Misterios.
Quien encontró la Paz
En las enseñanzas de los antiguos,
Con la Luz de la mente,
Con la Luz de la naturaleza,
Y por el estudio de la Palabra Sagrada,
Entró en la circumnublada
Sala de los antiguos,
En la que mora la Sagrada Hermandad,
De la que hombre alguno hablar puede.
Conoce esta Paz con la mente.
Desea esta Paz con el corazón.
Cumple esta Paz con el cuerpo.

Bendito sea el Hijo de la Luz
Que conoce a la Madre Terrenal,
Pues la dadora de Vida
Sabe que tu Madre está en ti
Y tú estás en ella.
Ella te parió
Y te dio la vida,
Fue ella quien te dió tu cuerpo,
Y a ella tú un día
lo regresarás.
Sabed que la sangre que en ti corre,
Nace de la sangre
De la Madre Terrenal.
Su sangre cae de las nubes,
Salta del vientre de la Tierra,
Murmura en los arroyos de los montes, ....
Fluye anchurosa en los ríos, en los llanos,
Duerme en los lagos,
Brama poderosa en los mares tempestuosos.
Sabe que el aire que respiras
Nace del aliento de la Madre Terrenal.
Su aliento es azul
En lo alto de los cielos,
Susurra en la cima de los montes,
Susurra en las hojas de los bosques,
Ondula en los trigales,
Dormita en los profundos valles,
Arde en el desierto.
Sabe que la dureza de tus huesos
Nace de los huesos
De tu Madre Terrenal,
De las rocas y las pruebas.
Sabe que la ternura de tu carne
Nace de la carne
De tu Madre Terrenal,
Cuya carne se amarillea y enrojece
En los frutos de los árboles.
La Luz de tus ojos,
La audición de tus oídos,
Nacen
De los colores y sonidos
De tu Madre Terrenal,
Que te circunda,
Como las olas del mar al pez circundan
Como el aire remolinante al ave.
De cierto os digo,
El hombre es el hijo
De la Madre Terrenal
y de Ella el Hijo del Hombre
Recibió su cuerpo del recién nacido
Nació del vientre de su madre.
Ciertamente os digo,
Eres uno con la Madre Terrenal,
Ella está en ti y tú estás en ella,
de Ella naciste
En Ella vives,
y a Ella volverás.
Guarda, por tanto, sus leyes,
Pues nadie puede vivir largo tiempo,
Ni ser feliz,
Sino quien honra a su Madre Terrenal,
Y sus leyes guarda.
Pues tu aliento es su aliento,
Tu sangre su sangre,
Tus huesos sus huesos,
Tu carne su carne,
Tus ojos y oídos,
Son sus ojos y oídos.
Quien encontró la Paz
con su madre Terrenal,
No conocerá la muerte.
Desea esta Paz con tu mente.
Desea esta Paz con el corazón.
Cumple esta Paz con el cuerpo.

Bendito es el Hijo de la Luz
Que busca a su Padre Celestial,
Pues tendrá Vida Eterna.
Quien mora en el lugar secreto
Del Altísimo,
Morará bajo la sombra
del Todopoderoso.
Pues pedirá a sus Ángeles cuidarte,
Y guardarte los caminos.
Sabe que el Señor ha sido
nuestro albergue
En las generaciones todas.
Antes de ser creadas las montanas,
O hubiese formado
La Tierra y el mundo,
Desde siempre y para siempre,
Ha habido Amor
Entre el Padre Celestial y sus hijos,
¿Y cómo podría cercenarse este Amor?.
Desde el principio
hasta el final de los tiempos
La sagrada llama del amor
Refulge en las cabezas
Del Padre Celestial y los hijos de la Luz
¿Cómo podría extinguirse este Amor?
Pues no arde cual vela
Ni el fuego que en el bosque arde.
OH arde con la llama de la Luz Eterna,
Y esa llama no puede consumirse.
Los que amáis al Padre Celestial,
Haced lo que os pide:
Caminad con sus Ángeles Sagrados,
encontrad la Paz con su Sagrada Ley.
Pues su Ley es la entera Ley,
Si, es la Ley de Leyes.
Con su Ley hizo que tierra y cielo fueran uno,
Las montañas y los mares
son sus escabeles.
Nos hizo con sus manos
Y nos dio la forma,
y nos dio el entendimiento
para que aprendiéramos su Ley.
Cubierto esta de Luz,
Cual vestidura:
Extendió los cielos
cual cortinaje.
Hizo de las nubes su carroza;
Caminó sobre las alas de los vientos
Envió los manantiales a los valles,
Y su aliento sopla en los árboles poderosos.
En su mano están los sitios profundos de la tierra,
El vigor de las colinas también es suyo.
Suyo es el mar.
Y sus manos formaron la tierra firme.
Proclaman los cielos la Gloria de Dios
Y muestra su Ley al firmamento.
Y a sus hijos
les hereda su Reino,
Quienes caminan con sus ángeles,
Y encuentran la Paz en su sagrada Ley.
¿Querréis saber más, mis hijos?
¿Cómo podemos hablar con los labios
Lo que no puede ser dicho?
Es cual granada que un mudo come:
¿Cómo podría descubrir su sabor entonces?
Si decimos que el Padre celestial
mora en nosotros,
Entonces avergüenzanse los cielos.
Si decimos que mora fuera,
Es una falsedad.
Es el ojo que escudriña el horizonte lejano
y que mira en los corazones de los hombres,
No es manifiesto,
No está oculto,
No es revelado,
Ni tampoco irrevelado.
Hijos míos, no hay palabras
Para decir lo que Él es
Todo esto sabemos:
Somos sus hijos,
y Él es nuestro Padre.
Es nuestro Dios,
Y somos los hijos de sus pastos
Y las ovejas de su mano.
Quien encontró la Paz
Con el Padre Celestial
Entró al Santuario
De la Sagrada Ley
E hizo una alianza con Dios,
Que perdurará por siempre.
Conoce esta Paz con la mente,
Desea esta Paz con tu corazón,
Cumple esta Paz con tu cuerpo.
Aunque cielo y la tierra perezcan
Ni una letra de la Sagrada Ley
Cambiará ni perecerá.
Pues en el principio fue la Ley
y la Ley fue con Dios
y la Ley era Dios.
Que la Séptuple Paz
del Padre Celestial
Esté siempre contigo.

FRAGMENTOS IDÉNTICOS A LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO

Y Enoch anduvo con Dios
Y no fue
Pues dios la llevó

GÉNESIS ESENIO 5:24


La Ley plantada fue en el
Huerto de la Hermandad
Para iluminar el corazón del hombre
Y mostrar ante él
Los caminos de la rectitud.
Un espíritu humilde, un ánimo sereno,
Una naturaleza libremente compasiva,
Y bondad, compresión y percepción eternas,
Y sabiduría poderosa que confía
En las obras de Dios
Y segura confianza en muchas bendiciones,
Y espíritu de conocimiento en las
Cosas de la Orden,
Sentimientos leales por los Hijos de la Verdad,
Radiante pureza que detesta lo impuro,
Discreción en las cosas ocultas de la verdad
Y los secretos del conocimiento interior.

Del Manantial de Disciplina
de los Rollos del Mar Muerto.



Me has hecho conocidas
Las profundas misteriosas cosas.
Todo existe por ti
Y nadie hay a Tu lado.
Por Tu Ley
Dirigiste mi corazón
Para que mis pasos avanzaran
Por los senderos rectos
Y llegar a Tu presencia.

Del Libro de Los Himnos VII
de los Rollos del Mar Muerto.


La Ley fue plantada para premiar a los hijos de la Luz
Con cura y abundante paz,
Con vida eterna,
Con semillas fructíferas de perennes bendiciones,
Con eterna Alegría
En la inmortalidad de la Luz Eterna.

Del Manual de Disciplina
De los Rollos del Mar Muerto.


Gracias a ti, Padre Celestial,
Por haberme puesto
En la fuente de corrientes arroyos,
Manantial viviente en tierras de sequía,
Que huerto eterno de prodigio riega,
El Árbol de la Vida, misterio de misterios,
Que eternas ramas produce en plantío eterno,
Y hundir las raíces en la corriente de la vida
Desde una eterna fuente.
Y Tú Padre Celestial,
Protege sus frutos
Con los Ángeles del día
Y de la noche,
Y con llamas de la Eterna Luz
Que brillan en todas direcciones.

De los Salmos de Acción de Gracias
De los Rollos del Mar Muerto.


Agradecido estoy, Padre Celestial
Que hasta altura eterna me llevaste,
Y camino en los prodigios de los llanos.
Dísteme la guía
Para alcanzar tu campiña eterna.
Purificaste mi cuerpo
Para ingresar al ejercito de los Ángeles de la tierra,
Y que mi espíritu se uniera
A la congregación de los Ángeles celestes.
Diste eternidad al hombre
Para que en la alborada y el ocaso alabe
En gozoso canto.

De los Salmos de Acción de gracias
De los Rollos del Mar Muerto.


Alabaré tus obras
Con cantos de Acción de Gracias
Continuamente, de período en período,
En los círculos del día,
En el orden prefijado;
Cuando de su fuente la luz llega,
Y en la noche la luz sale,
Alborada y ocaso,
Continuamente,
En las generaciones del tiempo.

De los Salmos de Acción de gracias
De los Rollos del Mar Muerto.


Con la llegada del día
Abrazo a mi Madre.
A la llegada de la noche
Me uno a mi Padre.
Y en el ocaso y en la alborada
Alentaré su Ley
Y no interrumpiré las Comuniones
Hasta el fin de los tiempos.


Del Manual de Disciplina
De los Rollos del Mar Muerto



Dos espíritus en compañía,
Asignole Dios al hombre.
espíritus de Verdad y Falsedad;
La verdad nació de la Fuente de la Luz,
La Falsedad del foso de tinieblas.
El dominio de los Hijos de la Verdad
Está en manos de los Ángeles de la Luz.
En el corazón del hombre luchan
Los espíritus de verdad y falsedad,
Con sabiduría e insensatez.
En cuanto el hombre hereda la verdad
Las tinieblas así evitará.
Bendiciones a quienes a la Ley adhirieron
Y lealmente transitan los senderos.
Bendígales la Ley con todo bien
Y guárdeles de todo mal,
Y sus corazones ilumine
Con la percepción de las cosas de la vida
Y les agracie con conocimiento de las cosas eternas.

Del Manual de Disciplina
De los Rollos del Mar Muerto



Alcancé la visión interior
Y por Tu espíritu en mi
Oí tu prodigioso secreto.
Por tu mística percepción
Hiciste un manantial de conocimiento
Manar en mi,
Que desborda aguas vivientes,
Un torrente de amor
E infinita sabiduría
Cual esplendor de la Luz Eterna.


Del Libro de Himnos
De los Rollos del Mar Muerto


DEL LIBRO ESENIO DEL MAESTRO DE JUSTICIA

Y el maestro dirigiose a la orilla de un arroyo donde la gente estaba reunida, y que ansiaba escuchar sus palabras. Y les bendijo, y preguntoles por qué estaban turbados. Y uno habló: “Maestro, dinos cuales son las cosas que debemos despreciar”.
Y el Maestro contestó, diciendo: “Todos los males que los hombres sufren son producidos por cosas fuera de nosotros; pues cuanto hay en nuestro interior nunca nos hará sufrir. Un hijo muere, se pierde fortuna, arden las casas y los campos, y los hombres quedan indefensos, y exclaman: “¿qué haré ahora?, ¿Qué me sucederá?, ¿Sucederá tal cosa?
Todas son palabras de quienes se afligen y regocijan por los sucesos que ellos no causan. Pero si nos lamentamos por cuanto no está en nuestro poder, somos como un niño que llora cuando deja el sol el cielo. Antiguamente se dijo, no codiciarás la mujer de tu prójimo; y ahora os digo, no desearás nada que no esté en tu poder, pues sólo cuando está en ti te pertenece; y lo que está fuera de vosotros pertenece a otro. En esto yace la felicidad: saber lo que es vuestro y lo que no es vuestro. Si deseáis la vida eterna, adherid con fuerza a la eternidad en vosotros, y no intentéis apoderaros de las sombras del mundo de los hombres, que guardan las semillas de la muerte.
“¿No está todo cuanto fuera de vosotros sucede, fuera de vuestro poder?. Lo está. ¿Y vuestro conocimiento del bien y del mal, no está en vosotros?. Lo está. ¿No está, entonces, en vuestro poder tratar todo el lugar de la tristeza y la desesperación?. Lo está. ¿Puede algún hombre impedirte hacerlo? Ninguno puede. Entonces no exclamareis: ¿qué haré, qué me sucederá ahora?, ¿Sucederá tal cosa?. Pues todo cuanto ocurra, lo juzgareis a la luz de la sabiduría y del amor, y veréis las cosas con los ojos de los Ángeles.
“Pues pesar vuestra felicidad de acuerdo con lo que pueda acontecer, es vivir como esclavo. Y vivir de acuerdo con los Ángeles que hablan en vosotros, es ser libres. Viviréis en libertad como verdaderos Hijos de Dios, e inclinareis la cabeza tan sólo antes los mandamientos de la Sagrada Ley. De esta forma viviréis, para que cuando el Ángel de la Muerte venga por vosotros, podáis extender las manos hacia Dios, y decir: “Recibí las Comuniones de Ti para conocer tu Ley y caminar por los senderos de los Ángeles, y no las descuide; no te he deshonrado con mis actos: mira como usé el ojo que mira al interior; ¿te he culpado alguna vez?. ¿He clamado contra lo que me ha sucedido, o deseado quebrantar tu Ley?. Porque me diste la vida, te doy las gracias por lo que me diste; mientras usé las cosas que son tuyas estuve contento; tómalas y ponlas dondequiera que escojas, pues tuyas son todas las cosas hasta la eternidad.”
“Sabed, ningún hombre puede servir a dos amos. No podéis desear las riquezas de este mundo, y tener también el Reino de los Cielos. No podéis poseer tierras y ejercer poder sobre los hombres, y tener también el Reino de los Cielos. Las riquezas, las tierras y el poder no pertenecen a hombre alguno pues son del mundo. Mas el Reino de los Cielos es vuestro para siempre, pues está en vosotros. Y si desearais y buscarais lo que no os pertenece, entonces seguramente perderéis lo que es vuestro. Sabed, pues de cierto os digo, que nada se da ni nada se tiene por nada, Pues para todo el mundo de los hombres y de los Ángeles, hay un precio. Quien quiera reunir fortuna y riqueza debe correr de un lado para otro, besar las manos de quienes no admira, agotarse fatigado a las puertas de otros hombres y hacer tantas cosas falsas, dar presentes de oro y plata y dulces oleos; todo esto y más debe un hombre hacer para reunir fortuna y honores. Y cuando lo hayáis conseguido, ¿qué tendréis entonces?, ¿Asegurarán esta fortuna y este poder la libertad del temor, una mente en paz, un día pasado en compañía de los Ángeles de la Madre Terrenal y de los Ángeles del Padre Celestial?, ¿Esperáis tener por nada cosas tan grandes?. Cuando un hombre tiene dos amos, o bien odiará a uno, y amará al otro, o, si no, será leal a uno, y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y también al mundo. Quizás tu pozo se seca, derramase el aceite precioso, arde tu casa, tus cultivos se marchitan; pero tratáis lo que os suceda con sabiduría y amor. Las lluvias llenarán de nuevo el pozo, las casas de nuevo pueden ser construidas, y podrán sembrarse nuevas semillas: Todas estas cosas pasarán y vendrán de nuevo y de nuevo pasarán. Pero el reino del Cielo es eterno y no pasará. No cambiéis, por tanto, lo que es eterno, por lo que es eterno, por lo que en una hora muere.
“Cuando los hombres te pregunten, a qué país perteneces, diles que no eres ni de este ni de aquel país, pues en verdad, es tan sólo el pobre cuerpo el que nació en un pequeño rincón de la tierra. Mas tú, Oh, Hijos de la Luz, perteneces a la Hermandad que abarca los cielos y allende, y del Padre Celestial descendieron las simientes no sólo de tu padre y de tu abuelo, sino de todos los seres que son engendrados en la tierra. En verdad, eres hijo de Dios, y todos los demás hombres tus hermanos; y el tener a Dios por tu hacedor, tu padre y tu guardián, ¿No nos liberará de toda tristeza y temor?
“Por lo tanto, os digo, no penséis en acumular bienes, posesiones, oro y plata mundanos, pues tan sólo traen corrupción y muerte. Pues cuanto mayor sea la acumulación de riquezas, tanto más gruesos serán los muros de tu tumba. Abre por completo las ventanas de tu alma, y respira el aire fresco del hombre libre. ¿Por qué pensáis en vestiduras?. Mirad los lirios del campo, como crecen; no se esfuerzan ni tampoco tejen; y no obstante os digo, que ni Salomón en su gloria fue ataviado como uno de ellos. ¿Por qué pensáis en alimentos?. Mirad los presentes de la Madre Terrenal: Los frutos maduros de sus árboles, y el trigo dorado de su suelo. ¿Por qué pensáis en casas y tierras?. Un hombre no puede venderte lo que no posee y no puede poseer cuanto a todos pertenece. La ancha tierra es tuya y los hombres tus hermanos. Los Ángeles de la madres Terrenal te acompañan en el día y los Ángeles del Padre Celestial te guían por la noche, y en ti está la Sagrada Ley. No es apropiado que el Hijo de un Rey codicie una baratija. Toma tu sitio, entonces, en la mesa de las celebraciones, y cumple tu herencia con honor. Pues en Dios vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser. En verdad somos sus hijos, y Él es nuestro Padre.
“Libre es tan sólo quien viva como desee vivir; ¿Quién no está inhibido en sus actos, y cuyos deseos alcanzan los fines?. Quien no está reprimido es libre, mas quien sea reprimido o inhibido, seguramente es un esclavo. ¿Mas quién no es un esclavo? Sólo el hombre que nada desea de cuanto pertenece a los demás. ¿Y cuáles son las cosas que os pertenecen?. Hijos míos, sólo el Reino de los Cielos en vosotros, en el que mora la Ley del Padre Celestial, os pertenece. El Reino de los Cielos es como un mercader, que busca perlas hermosas y que al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió cuanto poseía, y la compró. Y si esta perla única fuera tuya para siempre, ¿Por qué habrías de cambiarla por guijarros y pedruscos?. Sabed que vuestra casa, vuestras tierras, vuestros hijos e hijas, las alegrías de la fortuna y las tristezas de la tribulación no os pertenecen, ni aún la opinión que los demás tengan de vosotros. Todas estas cosas no os pertenecen. Y si codiciáis estas cosas, y os apegáis a ellas, y os doléis y os regocijáis por ellas, entonces en verdad sois esclavos y permaneceréis en esclavitud.
“Hijos míos, no permitáis que os hieran. No permitáis que el mundo os conquiste, como la liana que se adhiere al roble, para que sintáis dolor cuando sea arrancada. Vinisteis desnudos del vientre de vuestra madre, y ahí retornareis desnudos. El mundo da y el mundo quita. Mas ningún poder en el cielo ni en la tierra podrá tomar de ti la Sagrada Ley que en ti reside. Podréis ver a vuestros padres asesinados, y podréis ser expulsados de vuestro país. Entonces partiréis con alegre corazón para vivir en otro, y mirareis piadosamente al asesino de vuestros padres, al saber que por el mismo hecho se asesina a sí mismo. Pues conocéis a vuestros verdaderos padres, el Padre Celestial y la Madre Terrenal, y vuestro verdadero país, el Reino de los Cielos. La muerte nunca podrá separaros de vuestros padres, y no habrá exilio de vuestro verdadero país. Y en ti, como una roca que resiste las tempestades, es la Sagrada Ley, tu baluarte y tu salvación”.


FRAGMENTOS DEL EVANGELIO ESENIO DE SAN JUAN

En el principio fue la Ley, y la Ley estuvo con Dios, y la Ley fue Dios. Lo mismo fue en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él; y sin El no hubo nada que fuese hecho. En Él estuvo la vida; y la vida fue la luz de los hombres. Y la luz brilló en las tinieblas; y las tinieblas no la contuvieron.
Desde la lejanía del desierto llegaron los Hermanos, para dar testimonio de la Luz, para que por ello los hombres caminaran a la Luz de la Sagrada Ley. Pues la Luz verdadera ilumina a todo hombre que llega al mundo, pero el mundo no la conoce. Pero a cuantos recibieron la Ley, a ellos será dado el poder de convertirse en Hijos de Dios, y entrar en el Mar Eterno donde se yergue el Árbol de la Vida.
Y Jesús les enseñó, diciendo: “Ciertamente, ciertamente os digo, excepto que un hombre renazca, no podrá ver el Reino de los Cielos”. Y un hombre dijo: “¿Cómo puede un hombre nacer cuando es viejo?, ¿Podrá entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?”.
Y Jesús contestó: “Ciertamente, ciertamente os digo, excepto que un hombre nazca de la Madre Terrenal y del padre Celestial y camine con los Ángeles del día y de la Noche, no podrá entrar en el Reino Eterno. Lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu. Y la carne de vuestro cuerpo nace de la Madre Terrenal y el espíritu en nosotros nace del Padre Celestial. El viento sopla donde quiere, y escucháis el sonido, mas no podéis decir de dónde viene. Así es con la Sagrada Ley. Todos los hombres la oyen, mas no la conocen, pues con ellos está desde el primer aliento. Mas quien nace de nuevo del Padre Celestial y de la Madre Terrenal, escuchará con oídos nuevos, y verá con ojos nuevos, y en él se encenderá la llama de la Sagrada Ley”,
Y un hombre preguntó: “¿Cómo pueden ser tales cosas?”
Jesús contestó y le dijo: “ciertamente, ciertamente os digo, hablamos de lo que conocemos, y damos testimonio de lo que hemos visto; y no aceptáis nuestro testimonio. Pues el hombre nació para caminar con los Ángeles, y sin embargo busca joyas en el lodo. A él legó el Padre Celestial su herencia, para que construyera el Reino de los Cielos en la tierra, mas el hombre volvió la espalda a su Padre, y adoró el mundo y a sus ídolos. Y esta es la condena, que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron las tinieblas en lugar de la Luz, porque sus actos fueron perversos. Pues todo aquel que hace mal odia la Luz. Pues somos Hijos de Dios y en nosotros Dios es glorificado. Y la Luz que brilla en derredor de Dios y de sus hijos es la Luz de la Sagrada Ley. Y quien odia la Ley, niega a su Padre y a su Madre, que le hicieron nacer”.
Y un hombre preguntó: “Maestro, ¿Cómo podremos conocer la Luz?
Y Jesús contestó: “Ciertamente, ciertamente, os doy un nuevo mandamiento, que os améis los unos a los otros, así como os aman quienes trabajan juntos en el Huerto de la Hermandad. Así sabrán los hombres que vosotros también sois hermanos, como somos Hijos de Dios”.
Y un hombre dijo: “Todo cuanto hablas es de la Hermandad, sin embargo no todos podemos ser de la Hermandad. No obstante queremos adorar la Luz y esquivar las tinieblas, pues nadie hay entre nosotros que desee el mal”.
Y Jesús contestó: “No permitáis que vuestro corazón se conturbe: Creéis en Dios. Sabed que en la casa de nuestro Padre hay muchas mansiones y nuestra hermandad es tan solo un oscuro cristal que refleja la Hermandad Celestial a la que pertenecen las criaturas del cielo y de la tierra. Nuestra Hermandad es la vid, y el Padre Celestial es el Viñador. Toda rama en nosotros que no produzca fruta, la poda, para que produzca más frutos. Mora en nosotros y nosotros en Él. Como la rama no da frutos por si misma, a menos que more en la vid, tampoco vosotros, a menos que moréis en la Sagrada Ley, que es la roca sobre la que se levanta nuestra Hermandad. Quien mora en la Ley producirá muchos frutos: Pues sin la Ley no podréis hacer nada. Si un hombre no mora en la Ley, es expulsado cual rama y se marchita; y los hombres la reúnen y las lanzan al fuego en el que se consumen.
“Y como todos los hombres moran en el amor reciproco, como les enseña el Ángel del Amor, así os pedimos que os améis. Amor mejor que este no tiene el hombre, el de enseñar la Ley el uno al otro, y el amor a los demás como a sí mismo. El Padre Celestial está en nosotros, y nosotros en Él, y extendemos las manos con amor y te pedimos que seas uno de nosotros. La gloria que nos dio os la damos a vosotros; para que podáis ser uno, así como somos uno. Pues el Padre Celestial en el cielo os ha amado antes de la formación del mundo”.
Y de esta manera enseñaron los Hermanos la Sagrada Ley a quienes quisieron escucharla y se dice que hicieron cosas maravillosas, y curaron al enfermo y a los afligidos con diversas hierbas, y usos maravillosos del sol y del agua. Y hay tantas otras cosas que hicieron, que si fuesen escritas, el mundo mismo no podría contener los libros que habrían de escribirse.
Amén.


FRAGMENTOS DEL LIBRO ESENIO DE LAS REVELACIONES

Mirad, el Ángel del Aire, tráele,
Y todos le verán,
Y la hermandad,
La vasta hermandad de la tierra
Elevará unísona voz y cantará
Por él
Aun así. Amén.

Soy alfa y Omega, principio y final;
Cuanto es, lo que fue, y vendrá.

Y habló la voz, y volví mi rostro
Y miré la voz que conmigo habló.
Y al mirar, vi siete áureas velas;
Y en medio de la cegadora Luz
Vi uno semejante al Hijo del Hombre,
Vestido de blanco, blanco cual nieve.
Y su voz llenó el aire con sonido de torrente;
Y en sus manos había siete estrellas,
Llenas de la luz flameante de los cielos
De la que provenían.
Y cuando habló, un torrente de luz era su rostro,
Flameante y áureo cual mil soles.
Y dijo: “No temas, soy el primero y el ultimo;
Soy el principio y el final.
Escribe las cosas que habrás visto,
Y las que son, y las que vendrán después;
El misterio de las siete estrellas que
Mis manos llenan,
Y de las siete áureas velas,
Que arden con eterna luz,
Las siete estrellas son los Ángeles del Padre Celestial,
Y las siete velas son los Ángeles de la Madre Terrenal,
Y el espíritu del hombre es la llama
Que en la luz de las estrellas mana.
Y las velas refulgentes:
Un puente de sagrada luz
Entre cielo y tierra.
Tales cosas dijo que sostenía en las manos,
Y andaba en medio de las llamas
De las siete áureas velas.
Quien oídos tenga, que escuche lo que habló el espíritu:
“A quien venga daré de comer del Árbol de la vida,
que se yergue en medio del brillante
Paraíso de Dios”.
Y entonces miré, y, Mirad!.
Una puerta se abrió en el cielo.
Y una voz tronante cual trompeta,
Hablome: “Ven aquí,
Y te mostraré las cosas que serán”.
De inmediato estuve, en espíritu,
En el umbral de la puerta abierta.
Y entré por la puerta abierta
A un mar de fulgurante luz.
Y en medio de aquel cegador océano de luz
Había un trono;
Y en él sentabase uno con el rostro oculto.
Y un arco iris circundaba el trono,
Que a una esmeralda semejaba.
Y en derredor del trono había trece escaños,
Y en los escaños trece mayores vi sentados,
Revestidos de ropajes blancos, y sus rostros se ocultaban
Tras nubes de luz remolinantes.
Y siete ígneas lámparas ardían
Frente al trono,
El fuego de la Madre Terrenal.
Y siete estrellas del cielo brillaban
Frente al trono,
El fuego del Padre Celestial.
Y ante el trono
Había un vitroe mar cual un cristal;
Y reflejabanse en él
Las montañas, los valles y
Océanos de la tierra,
Y las criaturas que moraban en ellos.
Y los trece mayores inclinaron sus rostros
Ante el esplendor de quien
El trono ocupaba, y
Cuyo rostro estaba oculto.
Y ríos de luz manaban de sus manos
Del uno al otro,
Y exclamaban: “Santo, santo, santo.
Señor Dios Todopoderoso,
Que fue, es y será.
De la Gloria, el honor y el poder:
Pues tú creaste todas las cosas”.
Y entonces vi la derecha
De quien el trono ocupaba,
Y cuyo rostro estaba oculto,
Un libro escrito y su cubierta
Con siete sellos vigilada.
Y vi a un ángel proclamar con fuerte voz:
“¿quién es digno de abrir el libro,
Y de romper los sellos?”
Y ser alguno en el cielo ni en la tierra,
Ni bajo ella,
Pudo abrir el libro, mirar en él.
Y lloré, porque el libro no podía abrirse,
No podía leer cuanto estaba escrito.
Y uno de los mayores me dijo: “No llores.
Extiende la mano y toma este libro,
Si, el de los siete sellos, y ábrelo.
Pues para ti fue escrito,
Que eres a la vez el más bajo
Entre los bajos,
Y el más alto entre los altos”.
Y extendí la mano y alcancé el libro.
Y Mirad!. Levantose la cubierta
Y rozaron mis manos las páginas doradas,
Y mis ojos contemplaron
El misterio de los siete sellos.
Y miré, y escuché la voz
De los muchos Ángeles
Que circundaban el trono,
Y su numero era de
Diez mil veces diez mil,
Y miles de miles, que
Con fuerte voz decían:
“Toda la gloria, sabiduría y fortaleza,
y el poder por siempre y para siempre,
a quien revelará el Misterio de Misterios”
Y vi remolinantes nubes de luz dorada
Extenderse como un puente ígneo
Entre mis manos
Y las de los trece mayores,
Y los pies de quien ocupaba el trono, y cuyo rostro estaba oculto.
Y abrí el primer sello.
Y vi, y contemplé al Ángel del Aire,
Y de entre sus labios fluía aliento de vida,
Y arrodillose sobre la tierra
Y al hombre dio alimentos de Sabiduría.
Y aspiró el hombre,
Y al espirar el hombre,
Y al espirar oscureciose el cielo,
Y el dulce aire tornose repugnante y fétido,
Y nubes de aciago humano
Flotaron bajas sobre la tierra entera.
Y volví mi rostro avergonzado.

Y abrí el segundo sello
Y vi, y contemplé al Ángel del Agua.
Y de entre sus labios fluía el agua de vida,
Y arrodillose sobre la tierra
Y dio al hombre un océano de Amor.
Y el hombre entró en las claras y brillantes aguas.
Y al tocar el agua oscurecieronse los claros
Manantiales,
Y las aguas cristalinas llenaronse de cieno,
Y los peces asfixiabanse en la oscuridad inmunda,
Y las criaturas morianse de sed.
Y volví mi rostro avergonzado.

Y abrí el tercer sello.
Y vi, y contemplé al Ángel del Sol.
Y de entre sus labios fluía
La Luz de la Vida,
Y arrodillose sobre la tierra.
Y al hombre dio los fuegos del Poder.
Y la fuerza del sol entró en el corazón del hombre
Y tomó el poder e hizo con
El un falso sol,
Y, Oh!, derramó los fuegos de destrucción,
Quemando los bosques, arrasando los valles,
Dejando tan sólo los calcinados
Huesos de sus hermanos.
Y volví mi rostro avergonzado.

Y abrí el cuarto sello.
Y vi, y contemplé al Ángel de la Alegría.
Y de entre sus labios fluía música de vida.
Y arrodillose sobre la tierra
Y al hombre dio el canto de la Paz
Y Paz y Alegría como melodía
Fluyeron por el alma del hombre.
Mas tan sólo escuchó la áspera discordia
De tristeza y descontento,
Y levantó una espada
Y cercenó la mano de los pacificadores,
Y la levantó de nuevo
Y cercenó las cabezas de los cantores.
Y volví mi rostro avergonzado.

Y abrí el quinto sello.
Y vi y contemplé al Ángel de la Vida.
Y de entre sus labios fluía
Una alianza sagrada de Dios y el Hombre.
Y arrodillose sobre
Y al hombre dio el don de la Creación.
Y el hombre creó una hoz de hierro
En forma de serpiente,
Y de hambre y muerte fue la cosecha.
Y volví mi rostro avergonzado.

Y abrí el sexto sello.
Y vi, y contemplé al Ángel de la Tierra.
Y de entre sus labios fluía
El Río de la Vida Eterna.
Y al hombre dio el secreto de la eternidad,
Y pidiole abrir los ojos
Y contemplar el Árbol de la Vida
En el Infinito Mar.
Mas el hombre levantó la mano
Y cegó sus ojos,
Y dijo que eternidad no había.
Y volví mi rostro avergonzado.

Y abrí el séptimo sello.
Y vi, y contemplé al Ángel de la Madre Terrenal.
Y consigo traía un mensaje de flamenca luz
Desde el trono del Padre Celestial.
Y el mensaje era tan sólo
Para los oídos del hombre,
El que camina entre la tierra y el cielo.
Y en el oído del hombre fue
Murmurado el mensaje
Y no escuchó.
Y volví mi rostro avergonzado.

Oh! Extendí la mano hasta
Las alas del ángel,
Y dirigí la voz al cielo, diciendo:
“Dime el mensaje, pues comer quiero
los frutos del Árbol de la Vida
Que en el Mar Eterno crece”.
Y el ángel me miró con gran tristeza,
Y hubo un silencio en el cielo.
Y entonces escuché una voz,
Como la voz que resonaba cual trompeta,
Y que decía:
“Oh!, Hombre, ¿Querías mirar el mal que has
Labrado,
Cuando del trono de Dios volviste el rostro,
Cuando no usaste los presentes
De los siete Ángeles de la Madre Terrenal
Y de los siete Ángeles del Padre Celestial?”
Y un terrible dolor me embargó al sentir en mi
Las almas de los que habianse cegado,
Tan sólo para ver los deseos de la carne.

Y vi siete Ángeles que ante Dios estaban;
Y siete trompetas les fueron dadas.
Y otro Ángel llegó ante el altar,
Con dorado incensario;
Y diosele mucho incienso,
Para ofrecerlos con las plegarias de los Ángeles
Sobre el dorado altar que estaba ante el trono.
Y el humo de incienso ascendía ante Dios
Desde las manos del ángel.
Y tomó el ángel el incensario,
Y lo lanzó hasta la tierra,
Y hubo voces y centellas,
Y rayos y terremotos.
Y los siete Ángeles con las siete trompetas
Preparándose a tañer.
Y tañó el primer ángel,
Y hubo granizo y fuego
Mezclados con sangre,
Y fueron lanzados sobre la tierra
Y los verdes bosques y los árboles ardieron,
Y la verde hierba se tornó ceniza.

Y tañó el segundo ángel,
Y cual si fuese una gran montaña
Ardiendo en llamas
Fue lanzada al mar:
Y la sangre cual vapor
Ascendió desde la tierra.
Y tañó el cuarto ángel
Y, Oh! Grande terremoto hubo;
Y ennegreciose el sol cual cilicio de penitente,
Y como de sangre fue la luna.

Y tañó el quinto ángel,
Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra
Como higuera que sacude los higos inmaduros,
Cuando un poderoso viento la conmueve.
Y tañó el sexto ángel
Y el cielo replegose
Como un pergamino es enrollado,
Y ni un árbol hubo sobre la tierra entera,
Ni una flor, ni una hoja de hierba alguna.

“Ve, y toma el libro abierto
de la mano del ángel
Que está sobre el mar y sobre la tierra”.
Y fui hasta el ángel, y le dije:
“Dame el libro,
pues comeré del Árbol de la Vida
que se yergue en medio del Eterno Mar”.
Y el ángel diome el libro,
Y abrí el libro, y en él leí
Lo que había sido siempre,
Lo que era ahora y cuanto ocurriría.
Vi el holocausto que ahogaría la tierra,
Y la gran destrucción
Que sumiría a los pueblos
En océanos de sangre.
Y vi también la eternidad del hombre
Y la misericordia infinita del Todopoderoso.
Las almas de los hombres eran
Cual paginas en blanco en el libro,
Listas siempre para inscribir ahí
Un nuevo canto”.

Y levanté mi rostro
Hacia los siete Ángeles de la Madre Terrenal
Y los siete Ángeles del Padre Celestial,
Y sentí que mis pies rozaban
El sagrado rostro de la Madre Terrenal
Y mis dedos rozar los pies sagrados
Del Padre Celestial,
Y entoné un himno de gratitud:

“Gracias a ti, Padre Celestial,
porque me pusiste
en la fuente de corrientes arroyos
manantial viviente en la tierra de sequía,
que el Huerto Eterno de prodigios riega,
El Árbol de la Vida, Misterio de Misterios,
Que eternas ramas para plantío eterno.
Y hundir sus raíces en la corriente de la vida
Desde una eterna fuente.
Y Tú, Padre Celestial,
Protege sus frutos
Con los Ángeles del día y de la noche
Y con llamas de la Eterna Luz
Que en todas direcciones arden”.

Mas la voz habló de nuevo,
Y de nuevo alejaronse mis ojos
De los esplendores del Reino de la Luz.
“Escucha, Oh!, Hombre!
Puedes transitar por el sendero recto
Y caminar en presencia de los Ángeles.
Puedes cantar a la Madre Terrenal de día,
Y al Padre Celestial de noche,
Y por tu ser tener su curso
El dorado torrente de la Ley.
¿Mas dejarás a tus hermanos
sumergirse en el profundo abismo
de la sangre,
al temblar y gemir la destrozada tierra
bajo sus cadenas de piedra?
¿Puedes beber la copa de la vida eterna,
¿Cuándo tus hermanos de sed mueren?”.

Y mi corazón de compasión llenose,
Y miré y, Oh!,
Gran maravilla apareció en el cielo:
Una mujer vestida con el sol,
Y bajo sus pies la luna,
Y una corona de siete estrellas sobre su cabeza.
Y supe que la fuente era de fluyentes ríos
Y la Madre de los Bosques.

Y estaba yo en la playa junto al mar,
Y vi surgir del mar una bestia,
Y de sus fauces desprendiase
Aliento impuro y repugnante,
Y del mar surgió, las aguas cristalinas
Tornaronse de cieno,
Y su cuerpo estaba recubierto
De humeante y negra roca.
Y la mujer vestida con el sol
Sus brazos extendió hacia la bestia,
Y acercose la bestia y abrazola.
Y, Oh!, su perlada miel marchitose
Bajo el fétido aliento,
Y su espalda fue rota por
Los brazos de roca triturante.
Y en el cielo hundiose con lagrimas de sangre.
Y las fauces de la bestia
Manaron ejércitos de hombres,
Blandiendo sus espadas,
Y entre si luchando.
Y paleaban con terrible enojo,
Y cercenabanse los miembros,
Y arrancabanse los ojos,
Hasta caer al légamo del cieno,
Con gritos de agonía y de dolor.

Y caminé hasta el borde del estanque
Y extendí la mano hacia abajo,
Y pude ver el remolino de la sangre
Y los hombres en él, atrapados
Cual moscas en la tela de la araña.
Y hablé con fuerte voz, diciendo:
“Hermanos, soltad vuestras espadas
Y tomaos de mi mano.
Ya no corrompáis ni profanéis
A quien la vida os dio,
Y de quien os dio la herencia.
Pues los días de compra y venta
Terminaron,
Y terminaron ya también los días
De caza y de muerte.
Pues quien lo conduzca al cautiverio
Irá al cautiverio,
Y quien mate con la espada
Por la espada será muerto.
Y llorarán y gemirán los mercaderes de la tierra,
Pues ya nadie comprará su mercancía:
Los mercaderes de oro, plata y preciosas gemas,
Perlas, linos, púrpura, sedas y escarlata,
Mármoles, bestias, ovejas y caballos,
Carrozas, esclavos y almas de los hombres,
Nade de esto podréis comprar ni vender,
Pues en un mar de sangre yacen enterrados,
Porque volvisteis la espalda
A tu padre y a tu madre,
Y adorasteis a la bestia que
Construyera un paraíso de roca.
Soltad las espadas, mis hermanos,
Y teneos de mi mano”.

Y al enlazarse nuestros dedos
Vi una gran ciudad a la distancia,
Blanca y brillante en el horizonte lejano,
De refulgente alabastro.
Y hubo voces, truenos y centellas,
Y gran terremoto hubo,
Como nunca antes desde que los hombres
Estuvieron en la tierra,
Tan grande y poderoso terremoto.
Y la gran ciudad fue en tres partes dividida,
Y derrumbaronse las ciudades de las naciones;
Y surgió la gran ciudad en la memoria
Ante Dios,
Para recibir la vítrea copa
De la fuerza de su ira.
Y las islas desparecieron,
Y no fueron encontradas las montañas.
Y un gran silencio terrible cayó sobre los hombres,
Cada roca con el peso de un talento.
Y un ángel poderoso levantó una piedra
Cual gran piedra de molino,
Y lanzola al mar diciendo:
“así, con violencia, la ciudad será destruida,
Y ya no será encontrada.
Y la voz de los arpistas, músicos y gaiteros,
De cantores y trompeteros,
No será escuchada más en ti;
Y artesano alguno, cualquiera sea su oficio,
Se encontrará ya más en ti;
Y el sonido de la piedra de molino
No será escuchada más en ti.
Y la luz de una vela
Brillará ya más en ti;
Y la voz del novio y de la novia
No serán escuchadas más en ti;
Pues tus mercaderes fueron los grandes de la tierra;
Pues tus sortilegios fueron engañadas las naciones.
Y en ella fue encontrada la
Sangre de profetas y de santos
Y los que fueron asesinados en la tierra”.
Y mis hermanos tomaronse de mi mano,
Y lucharon por salir del cieno,
Y quedaron aturdidos ante el mar de arena,
Y abrieronse los cielos y sus desnudos cuerpos
Fueron lavados por la lluvia.
Y escuché una voz del cielo,
Cual la voz de muchas aguas,
Y cual la voz de grande trueno;
Y escuché la voz de los gaiteros
Cantando con las arpas.
Y cantaban lo que fueran nuevos cantos
Ante el trono,
Y vi al otro ángel volar en medio de los cielos,
Con los cantos del día y de la noche
Y el evangelio perdurable predicarles
A quienes moran en la tierra,
A los que subieran desde el cieno,
Y desnudos fueron lavados por la lluvia
Ante el trono.
Y exclamó el ángel:"Temed a Dios,
Y dadle la gloria;
Pues la hora de su juicio ha llegado;
Y adorad a quien hizo la tierra y el cielo,
Y el mar y las fuentes de las aguas”.
Y vi el cielo abrirse, y a un blanco corcel,
Y quien en él cabalgaba
Fiel y verdadero se llamaba,
Y juzgará con rectitud.
Sus ojos cual flama ígnea eran,
Y muchas coronas había en su cabeza,
Y un manto de fulgurante luz
Lo envolvía,
Y desnudos sus pies estaban.
Y su nombre era la palabra de Dios.
Y la Sagrada Hermandad seguiale
En blancos corceles,
Vestido de lino, blanco y puro.
Y entraron al eterno Huerto Infinito.
En cuyo centro estaba el Árbol de la Vida,
Y acercoseles la muchedumbre lavada por la lluvia,
Temblando al recibir la sentencia.
Pues eran muchos sus pecados,
Y habían profanado la tierra,
sí, habían destruido las criaturas
De la tierra y del mar,
Envenenando el suelo, contaminando el aire,
Y enterrando viva la Madre que les dio la vida.

Mas no sé lo que ocurrioles. Mi visión cambió,
Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra:
Pues pasaron el primer cielo,
Y la primera tierra;
Y ya no había un mar.
Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra:
Pues pasaron el primer cielo,
Y la primera tierra;
Y ya no había un mar.
Y vi la sagrada ciudad de la Hermandad
Descender de Dios y desde el cielo,
Cual novia para el novio preparada.
Y escuché
Una gran voz desde el cielo
Que decía:
“Oh!, la montaña de la casa del Señor
ha sido establecida en la cima de los montes
y exaltada sobre las colinas;
Y las personas fluirán hacia ella.
Venid, subamos a la montaña del señor,
A la casa de Dios;
Y nos enseñara sus caminos,
Transitaremos sus senderos;
Pues de la Sagrada Hermandad
Saldrá la Ley.
Mirad, el tabernáculo de Dios
Está con los hombres,
Y en ellos morarán, y serán su pueblo.
Y Dios mismo estará con ellos,
Y será su Dios.
Y dios enjugará las lagrimas
De sus ojos,
Y ya no habrá muerte
No habrá ya más dolor”.

Pues tales cosas pasaron.
Los que hacían la guerra
En arados tornaron la espada,
Y sus lanzas en podadoras:
Nación alguna contra otra blandirá la espada,
Ni aprenderá ya más la guerra;
Pues estas cosas pasaron.

Y de nuevo habló:’Mirad, hago las cosas nuevas.
Soy Alfa y Omega, el principio y el final.
daré al sentido
De la fuente abundante
Del agua de la vida.
Quien venza heredarelo todo,
Y seré su Dios, y será mi hijo.
Mas el temeroso y descreído,
Y los abominables, asesinos y falsarios,
Cavarán su fosa que arde con azufre y fuego”.
Y otra visión cambió,
Y escuché las voces de la Sagrada Hermandad
Elevase en unísono canto,
Diciendo, “Venid, caminaremos a la luz de la Ley”.
Y vi la ciudad sagrada,
Y a los hermanos hacia ella dirigirse.
Y la ciudad no necesitó del sol,
Ni de la luna, para brillar sobre ella.
Pues la gloria de Dios la iluminaba.
Y vi el río puro del Agua de la Vida,
Claro cual cristal, que del trono
De Dios manaba.
Y en medio del río estaba el Árbol de la Vida.
Que catorce frutos producía,
Y los frutos daba a quienes comer quisieran,
Y las hojas del árbol
Para sanar a las naciones.
Y ya no habrá ahí más noche;
Ni vela alguna, ni luz del sol,
Pues el Señor dierales luz.
Y reinaran por siempre y para siempre.

Alcancé la visión interior
Y por tu espíritu en mi
Oí tu prodigioso secreto.
Por tu mística percepción
Hiciste un manantial de conocimiento
Brotar en mi,
Una fuente de poder,
Que desborda vivientes aguas,
Un torrente de amor
E infinita sabiduría,
Cual esplendor de la Luz Eterna.

Libro III

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